ACABAMOS de vivir la primera ola de calor que azota Europa este verano. Se han alcanzando temperaturas de cerca o de más de 40ºC en Euskadi y en el resto de la península ibérica así como en otros puntos de Europa. El aire cálido del Sahara que ha entrado en Europa, junto con las altas presiones, ha sido la combinación explosiva que nos trae esta bocanada de altas temperaturas.

Las olas de calor en el Estado español adelantan su llegada cada vez con más frecuencia según avanzan las alteraciones de la crisis climática, tal como se ha afirmado desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

La última actual ha sido, según la calificaba esta agencia, “especialmente adversa”. Aemet incluía entre los motivos de ese carácter excepcional la época del año en la que penetra esta masa de aire tórrido: la mayoría de olas de calor adelantadas a junio se concentran en los últimos 18 años y si desde que se produjo una en 1981 pasaron 13 años hasta que se repitió otra en 1994 y luego el registro se marchó a 2001, desde entonces, la serie se acelera: 2003, 2004, 2011, 2012, 2015, 2017 y ahora 2019. Las olas duran en la actualidad el triple que a finales del siglo XX.

Las olas de calor distan de ser el calor normal de verano. Deben superar ciertos umbrales para ser contabilizadas: por lo menos el 10% de las estaciones medidoras tienen que registrar temperaturas por encima de la media histórica durante un mínimo de tres días seguidos. Además, constituyen uno de los efectos atribuidos al calentamiento global de la Tierra. En el V Informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) se explica claramente que “es muy probable que las olas de calor se produzcan con más frecuencia y que sean de más duración”.

Así, se puede afirmar que el cambio climático cumple las previsiones científicas y calienta la península ibérica con mayor intensidad, antes y durante más tiempo. Por tanto, nos encontramos ante una realidad que la comunidad científica lleva años alertando. Las olas de calor serán cada vez más severas, llegarán antes, durarán más días y afectarán a más lugares a medida que aumenten las emisiones de CO2 y, con ellas, se agrave el cambio climático. Mientras tanto, sigue aumentando la concentración de emisiones de CO2 en la atmósfera y Europa acaba de perder una oportunidad de oro al dejar pasar hace unos días el Consejo de Ministros de la Unión Europea sin asumir 2040 como año para que las emisiones netas se reduzcan a cero.

El azote de la ola de calor llega en un momento decisivo para espabilar a la clase política y empresarial. Tienen que tomar decisiones urgentes y valientes de una vez por todas para acelerar la transición ecológica y cambiar el modelo energético hacia uno eficiente, inteligente, basado en energías renovables.

El grupo de expertos de Naciones Unidas sobre cambio climático, en su informe especial sobre el calentamiento global de 1,50C, advierte que superar este umbral será más peligroso de lo que se pensaba. En cambio, si limitamos el calentamiento a 1,50C en lugar de a 20C, supondría una gran diferencia y se evitaría que cientos de millones de personas sufran olas de calor extremas de forma frecuente y se reduciría a la mitad el porcentaje adicional de población que tendría que enfrentarse a la escasez de agua.

En el caso de Euskadi, contamos con la Estrategia de Cambio Climático del País Vasco-KLIMA 2050, que fue aprobada en 2015 y que ahora se plantea actualizar y darle rango jurídico. De esta forma, el pasado 4 de junio el Consejo de Gobierno vasco aprobó el anteproyecto de la Ley de Cambio Climático, que está actualmente en fase de debate público.

La ley vasca, que aspira a ser una de las precursoras en lo que a comunidades autónomas se refiere, llegará antes de la normativa en la que se encuentra trabajando el Gobierno central, que sufrió el impasse del adelanto electoral. Hasta el momento, Baleares dispone de una normativa propia y también Andalucía ha puesto en marcha una ley con medidas para hacer frente al cambio climático mientras la ley catalana se encuentra recurrida en el Constitucional.

El objetivo de la norma vasca “es establecer un marco normativo para permitir la adopción de medidas dirigidas a la mitigación y a la adaptación al cambio climático”. La meta final es fijar por ley un horizonte en Euskadi de “cero emisiones para 2050”. En el anteproyecto de la ley estatal española se prevé una reducción de al menos un 90% para ese año y Europa habla del 80%, lo cual indica la ambición de la futura ley vasca de cambio climático.

La Ley de Cambio Climático vasca engarzará también algunos aspectos de la Ley de Sostenibilidad Energética aprobada en febrero en la Cámara Vasca, y también ligará varios aspectos de la próxima Ley de Movilidad Sostenible, que se prevé también que pueda llegar al Parlamento en otoño. Además, la Estrategia de Cambio Climático del País Vasco-Klima 2050 será revisada y reajustada a los objetivos establecidos en esta ley y desde esa Estrategia se desplegarán los planes de acción donde se establezcan las metas y las líneas de actuación, dotación presupuestaria de las acciones, mecanismos de seguimiento, etcétera.

Ese control efectivo lo realizará la Oficina Vasca de Cambio Climático, que se creará en un plazo de dos años tras aprobarse la ley. Se ubicará dentro del Ihobe y se erige como el instrumento técnico que realizará los seguimientos, elaborará un inventario de gases de efecto invernadero, nuevos escenarios climáticos y proyecciones, e informará sobre leyes y anteproyectos nuevos.

Una Ley integral de Cambio Climático en Euskadi es absolutamente fundamental por varias razones. En primer lugar, busca conseguir que Euskadi reduzca tanto las emisiones de gases de efecto invernadero como la vulnerabilidad a los impactos del cambio climático, favorecer la transición hacia un modelo neutro en emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, transformar el modelo de producción y acceso a los recursos naturales y energéticos. En segundo lugar, para actualizar, reforzar y dar soporte jurídico a los planes que se han elaborado durante los últimos años en el ámbito del cambio climático. En tercer lugar, por promover y garantizar la coordinación de todas las políticas sectoriales relacionadas con el cambio climático y la coordinación de todas las administraciones públicas vascas, así como fomentar la participación de la ciudadanía, de los agentes sociales y de los agentes económicos.

Desgraciadamente, no es el caso de muchos de los estados y países más industrializados, que tienen las mayores responsabilidades y competencias en la materia, o, el de la misma Unión Europea, con la decisión adoptada hace unos días de que en 2040 las emisiones no se reduzcan a cero. Evitar los peores impactos del cambio climático es posible con cambios urgentes, a gran escala y a todos los niveles.