LAS elecciones del pasado 24 de septiembre en Alemania, debido a la importancia política, económica e histórica específica de este país, han sido indudablemente el centro del interés internacional y europeo. Los resultados fueron marcados por la victoria de la Unión Cristiana CDU/CSU bajo la dirección de la canciller Angela Merkel, incluso con un porcentaje de voto reducido al 33% frente al 41,5% de las elecciones federales de 2013; por el descenso al 20,5% del SPD, el Partido Socialdemócrata de Martin Schulz, del 25,7% cuatro años antes; y también por la entrada en el Parlamento Federal del Partido AfD, la extrema derecha más peligrosa en Europa debido al tamaño de Alemania y los dramáticos acontecimientos históricos que han marcado indeleblemente el siglo XX.
Los alemanes, es más que obvio, están agradecidos a la canciller Merkel por su bienestar, por su alto nivel de vida comparado con otros pueblos europeos, por la eficaz lucha contra el desempleo, que está en un nivel históricamente bajo -solo el 3,9% de la población activa- y, por supuesto, los excedentes presupuestarios. Por todas estas razones, le dieron un cuarto mandato en la Cancillería, algo que solo había sucedido con Konrad Adenauer, reformador de Alemania de la posguerra, y Helmut Kohl, el padre de la unificación de Alemania.
Sin embargo, la victoria de la canciller Merkel y la formación del gobierno con todos los posibles socios significa obviamente seguir la política de extrema austeridad y fiel aplicación de las normas sagradas de la disciplina presupuestaria, porque esto sirve abiertamente a Alemania. Y, por otro lado, la aplicación de esta política desde hace años ya ha provocado la fatiga y el agotamiento de los países del sur de Europa, y especialmente de Grecia, y con el tiempo -determinismo matemático-, pondrá en peligro de colapso a todo el proyecto europeo.
En todo caso, el acontecimiento de alto perfil histórico sin precedentes es el 12,6% de los votos logrados por la extrema derecha, xenófoba y antiinmigración, que por primera vez logró no solo entrar al Parlamento Federal, sino también convertirse en el tercer partido a nivel panalemán y el segundo en los estados federales del Este. Es una huella particularmente sombría de las elecciones alemanas y refuerza considerablemente a los populistas y a los extremistas de derecha en todo el continente europeo. Aun si ese resultado ha venido seguido de disensiones y escisiones en el partido AfD, nunca después de la Segunda Guerra Mundial y del colapso del régimen nazi en 1945 había pasado algo similar, lo que es indudablemente un paso atrás en la historia alemana.
Triplicando votos xenófobos Cabe señalar que en las elecciones de septiembre de 2013 la Alternative für Deutschland (AfD), creada en el mismo año como reacción de algunos de los alemanes contra los países de Europa meridional, había recogido el 4,7% de los votos y no había entrado en el Parlamento. La entrada en el Parlamento con el triple de sufragios que entonces de un partido que por muchos es considerado un auténtico heredero del nazismo, podría presionar a la canciller Angela Merkel para que cambie el carácter liberal y el enfoque democrático de la inmigración, del terrorismo y de la seguridad, así como la política de fronteras abiertas que llevó a la entrada de muchos refugiados e inmigrantes en Alemania en septiembre de 2015. Por supuesto, esta política no está esencialmente guiada por la filantropía, sino que se basa en el interés de Alemania porque el país necesita medio millón de inmigrantes cada año para seguir existiendo como una potencia económica así como ser capaz de apoyar eficazmente su sistema social.
La comparación realizada por la luego dimitida copresidenta de la AfD, Frauke Petry, durante uno de sus discursos en Stuttgart, en la que calificaba a las empresas que incorporan inmigrantes como “compost”, su posición sobre la vigilancia de las fronteras alemanas y el derecho a disparar a cualquier refugiado o inmigrante que intente pasar ilegalmente, y la declaración del otro copresidente de la AfD, Alexander Gauland (este aún al frente de la formaciòn), unos días antes de la Eurocopa 2016 contra el gran jugador de fútbol alemán-ghanés del Bayern y de la selección alemana, Jérôme Boateng -“El mundo lo considera un buen jugador, pero no lo quiere por vecino”-, debido al color de su piel, demuestran de la forma más clara que este partido heredó las miserables tradiciones sobre la raza aria de los batallones de asalto del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes de Adolf Hitler de la década de 1930.
¿Cuál es la razón, sin embargo, de este desenfrenado ascenso de un partido político racista que quiere, entre otras cosas, cambiar la actitud de Alemania y detener la manifestación del remordimientospor los horribles crímenes cometidos por los nazis? Ciertamente, una causa clave es la crisis de los refugiados y la migración, que ahora ha asumido proporciones enormes y que prueba a los países europeos y por supuesto a Alemania.
‘Streaming’ de refugiados En pleno streaming de refugiados e inmigrantes, en lugar de construir en los países desarrollados una política democrática y progresiva de integración que demuestre la compasión y la solidaridad, crecen las flores del mal y triunfa la política y la retórica fascista e inhumana de odio contra los perseguidos y desafortunados que abandonaron sus hogares en las circunstancias más trágicas, buscando la luz lejos de la oscuridad horrible y mortal de la guerra y la pobreza extrema, también la esperanza de un futuro mejor y más pacifico.
Pero otra razón importante para el rápido ascenso del partido de extrema derecha AfD es la utilización por los líderes de este partido político del terrorismo yihadista y de los delitos que atribuyen a la afluencia de refugiados e inmigrantes de países musulmanes. Así que desde la primera oportunidad de la campaña electoral, reavivaron los recuerdos de la matanza en el mercado de Navidad en Berlín y el asalto sexual contra mujeres jóvenes alemanss de inmigrantes árabes durante el primer día del nuevo año de 2016 en Colonia.
Finalmente, el germen extremista y xenófobo se incuba mucho mejor como el nuevo huevo de serpiente en las sociedades del bienestar del norte, que se sienten amenazados por los pobres del sur, a quienes han cargado con estereotipos negativos.
Las huellas de las pasadas elecciones alemanas son oscuras para los países del déficit del sur de Europa, quienes comprobarán que la política alemana de austeridad dura no va a cambia, y también para los ciudadanos demócratas de Alemania y de toda Europa, que miran con temor y frialdad la pesadilla de un nuevo resurgir de los partidos políticos fascistas, racistas y xenófobos.