ESTIMADO donostiarra: No te puedes hacer ni idea del subidón de adrenalina que he tenido cuando un amigo común me ha piado que me citabas en tu artículo ¿Lengua propia o apropiada? publicado en las páginas de El País del 16 de marzo.

¡Ufff! Todavía me estoy relamiendo del gustirrinín -casi, casi, orgásmico- que me ha producido el constatar que, lo que habían propiciado tus éticas reflexiones eran algunas de las frases de mi artículo Carta abierta a Joseba Arregui publicado en este mismo medio el pasado 10 de febrero.

Quizás no lo sepas, pero fuimos compañeros de colegio en los Marianistas de la cuesta de Aldapeta de Donostia. Tú, unos cuatro cursos más joven. Lo lógico es que, por aquel entonces, me conocieras, porque los más pequeños tenían como referentes a los mayores. Pero fue al revés. Ya despuntabas.

Como conservo algunos anuarios de la época, aún puedo contemplar tu fotografía en pantaloncito corto, calcetines blancos, con el brazo derecho enhiesto, el izquierdo acogedor, sin barba ni gafas, en una "magnífica interpretación" (sic) del emotivo poema El llanto de los pinares. Lo frustrante del asunto es que la revista carece de sonido para haber podido volver a escucharte aquello de "¡Viejos pinos centenarios! ¡Viejos pinos generosos, venerables, como monjes solitarios?! ? ¡Viejos pinos olorosos que lloráis en la colina derramando lagrimones de resina!".

Fernando Fernández Sabater de entonces, créeme. No te lo recuerdo por incordiar. ¡Los reyes godos me libren! Simplemente trato de justificar el hecho de que te tutee. Además, qué importa el pasado. Eran otros tiempos. A mí también me hicieron desfilar vestido de cruzado. Casco incluido.

Nada más comenzar a leer tu comentario, he quedado admirado de tu pública demostración de humildad. Verás por qué. Decías textualmente: "Hace varios lustros asistí en la Universidad de Minnesota a un congreso sobre las nacionalidades en la España actual (o sea, en la de entonces que es también la de ahora, agravada). Asistían representantes de cada una de ellas y algunos españoles que nos considerábamos sin -como las cervezas de 0"0 alcohol- frente a la borrachera identitaria reinante".

Fernando: no te minusvalores, por favor. De abstemio -en el sentido que tú lo utilizas, en otros no sé- tienes lo mismo que Mil Reef de bluf. Reconócelo sin falsas modestias. Tú eres un nacionalista español de pura sangre. No te sentirás -¡vade retro Lucifer!- de ninguna de las naciones periféricas del Estado, pero a español -lo que se dice español- no hay quien te gane. Otros muchos te igualan, pero no ha nacido todavía el jockey capaz de verte las barbas en el rush final de una carrera de identitarios de tu misma tribu. En eso eres un crack. ¡Y a mucha honra! ¡Tus alegrías y tus disgustos, que repudio, te han costado!

Tampoco hay que ser muy astuto para concluir lo que antecede. Es cuestión de leer el artículo 2º de los estatutos del partido político que fundaste con tu amiga doña Rosa Díez, de Sodupe (Bizkaia), y en el que, supongo, que continúas. Con esto de las deserciones nunca se sabe.

Por lo tanto, es lógico que defiendas tu lengua a capa y espada. Lo contrario sería una incoherencia de la que careces. Tengo pruebas fehacientes de la perdurabilidad de tus principios desde tu más tierna infancia. Nada tienes que ver con la capacidad adaptativa de Groucho Marx.

¡Pues, mira qué bien! ¡Por mi parte, ni me siento español, ni hablo la lengua que considero -en el más reflexivo ejercicio de mi soberanía personal- como propia: el euskara! Y te garantizo que no ha habido nadie que me haya impuesto tal decisión. ¡Buenos somos algunos para que nos metan el dedito en el ojo!

Me siento vasco. Ni español, ni vasco-español, ni catalán, ni gallego, ni de otros pueblos a cuyos integrantes respeto como iguales, pero diferentes. Ni mejores, ni peores. Distintos. Y tengo amigos del alma de todos los pelajes.

Si no lo he entendido mal, la conclusión de tu artículo era que en algunas Comunidades Autónomas existe un execrable contubernio lingüístico para "imponer" otras lenguas, diferentes a la del imperio, con el enmascarado objetivo de "desespañolizar" a sus habitantes. Podría ser.

Pero, al revés sucede lo mismo. ¿O no? Con la implantación uniforme y obligada del español, que evidentemente se ha dado y se da, ¿no se ha pretendido y pretende españolizar a quien sólo lo somos en un obligado carnet de identidad que no responde, ni de lejos, a nuestros sentimientos de pertenencia? Pues, eso.

Por cierto: nunca he estado afiliado a ningún partido político, porque militar en cualquiera supondría condicionar mi libertad de pensamiento y de crítica, que considero irrenunciable. En eso tampoco coincidimos.

No pasa nada. Mientras actuemos con los valores y la educación que nos transmitieron nuestros comunes profesores -como le dije a Joseba- las discrepancias enriquecen a quienes no se consideran poseedores de la verdad absoluta.

Me vas a permitir, por cuestión de edad, que no de sabiduría, una reflexión final. En muchas ocasiones escribes con los mismos enfáticos modos con los que recitabas poemas (¿?) en el curso 55/56. Entonces contribuías a ensalzar los pinares. Ahora, lamento decírtelo, a incrementar la crispación del respetable.

En este país necesitamos referentes intelectuales -y tú lo eres- que transmitan mensajes todo lo críticos que se quiera, pero con mesura, equilibrio y ecuanimidad. Cuando te lo propones, lo haces con la excelencia que te caracteriza. Pero en muchas ocasiones demuestras agresivas obsesiones homogeneizadoras, unificadoras y demonizadoras contra todo y todos los que nos sentimos diferentes y especialmente con los partidos nacionalistas que no son el tuyo. Porque nacionalista también lo es.

Y eso, me parece que no es sano para nadie. Prefiero aprender y disfrutar leyéndote en Ética para Amador. Esa sí que fue una contribución enriquecedora, especialmente para padres, madres y educadores.

En todo caso, de estas y otras muchas cuestiones -como por ejemplo cuando gané un pastizal en Lasarte con la gemela Ipanema-Donegal, que me permitió llegar a fin de mes por las calendas del 69 gracias a unos amigos- podemos seguir haciendo risas alrededor de una buena mesa. Urepel, por ejemplo. Sé que te gusta. O con la familia de Sheleck, a pesar de que los canes no sean santos de mi devoción. Y de mis nietos, tampoco? Será una impronta genética apreciable en el paddock de la especie humana.