Hay momentos, señora Ayuso, en los que hay que elegir entre identidad y oscuridad. Está usted en la misma circunstancia que Aznar cuando despachó a Miguel Ángel Rodríguez (MAR) como su portavoz o que Pedro Sánchez al quitarse de encima a Iván Redondo como jefe de gabinete. En toda gestión llega el momento crítico de cesar al cargo de confianza que trafica con su exceso de poder y su alienante influencia. No puede permitir, por autorrespeto, que la suplanten. Si estuviéramos en la Rusia prebolchevique diría que hay que parar a Rasputín, deshaciéndose de MAR, antes de que este profesional de la mendacidad termine por llevarla a la total putrefacción. He conocido a gente como MAR, tumor de dirigentes que infectan sus mensajes. Están en las instituciones revoloteando sobre las cabezas de sus jefes que les otorgan la capacidad de hablar por ellos, como si esto no tuviera mayor importancia. ¡Qué peligro! MAR es de la peor especie, un maquiavélico falangista. Los buenos profesionales ayudan a ensanchar vínculos plurales; pero Rodríguez “pelo blanco” solo le brinda propaganda agresiva, obuses retóricos y sórdidas conspiraciones que la reducen a la caricatura. Su Rasputín ha llevado al Tribunal Supremo a premiar el bulo coincidiendo con el 20-N. Le ha contagiado un estilo atrabiliario de hablar que inspira rencor y vergüenza ajena. Y todo porque a su comunicador le seduce gozosamente hacer de usted su alter ego. La veo por la tele y observo que habla por boca de ganso. El farsante vocero la ha convertido en su pinganillo. Es hora de liquidar a Rasputín Rodríguez y de paso a Rasputina Esperanza Aguirre que la considera su sierva política. ¿Prefiere parecerse a Mariló Montero? A la navarra nadie le dicta sus tonterías y es capaz de ganar un MasterChef.