¿Cualquiera puede trabajar en televisión? Por principio democrático, sí; pero es dudoso que ese derecho sea eficaz para el medio. No se necesita título ni una prueba de méritos, como se le exige al médico en el hospital o al abogado en tribunales. De ahí que no pocos oportunistas ocupen las pantallas para convertirlas en su chiringuito. La invasión cogió cuerpo con Bertín Osborne, cantante de vía estrecha pero guapo y aristócrata. Se hizo entrevistador en Telecinco con gran acogida al principio hasta su agotamiento. La cadena ha decidido que no habrá más Osborne que el brandy del toro. Años antes había llegado Risto Mejide tras su periplo de humillación a aspirantes a músicos. Hijo predilecto de Vasile, trabaja de coach en Got Talent y de presentador en Todo es mentira, magazine satírico y de actualidad en Cuatro. Y ahora renueva Viajando con Chester, a pesar de ser un pésimo entrevistador. ¿Nadie le ha dicho que no ponga cara de estreñido cuando escucha a sus invitados? Si no eres del oficio, déjate enseñar. El okupa más reciente es un futbolista chistoso y del Betis. Joaquín ha obtenido excelentes registros con El Novato, en Antena 3, que le prometen un futuro de oro sin balón. ¿Pero cuánto tiempo puede un invasor mantenerse en casa ajena? Otra categoría de okupas son los tertulianos con pasión de hooligans. Risto tiene en nómina a tres expresidentas de Comunidad Autónoma, cuatro exministros y varios diputados en ejercicio. También ocurre con En Jake, empeñado en afirmar a la vasca un sesgo de riña electoral. La tele no puede ser “una tasca de mala muerte”, diría Aitor Esteban, con telebasura y realities, ni un tosco remedo del parlamento en programas de debate. Es hora de desalojar a los okupas y evitar que el entretenimiento circense devore las pantallas. Que los periodistas tomen el poder.
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