Cuando se conozcan los resultados del próximo fin de semana será el momento de hacer cálculos. Lo que interesará ver es cuántos equipos se habrán distanciado del Athletic y cuántos le habrán adelantado en la clasificación. No hace falta recordarlo, pero para entonces se le contabilizarán dos compromisos, uno más a que a la mayoría de sus competidores, puesto que le toca jugar este miércoles contra Real Madrid y el sábado contra el Atlético de Madrid. Cierto es que la foto que se obtenga no mostrará con autenticidad el estado de las cosas, puesto que el primero de los dos compromisos mencionados corresponde a la última jornada de la primera vuelta del campeonato de liga, mientras que el segundo sí, ese se celebra cuando lo hacen todos los demás pertenecientes a la decimoquinta jornada, la que toca.
En principio, los partidos inminentes que aparecen en la agenda del Athletic dan muy mala espina; combinados cobran la forma de una horrible pesadilla, acaso algo suavizada porque el escenario será San Mamés. Esa sensación de tener que apechugar con un marrón de proporciones extraordinarias no se basa únicamente en la incuestionable entidad de los oponentes, pesa asimismo y mucho que apenas exista margen de tiempo entre ambos clásicos. Si encima se repara en que el miércoles siguiente pasará por Bilbao el PSG, normal que quien más quien menos trague saliva.
Pero por eso mismo, porque de repente todo se torna oscuro, amenazante, peligroso, conviene apelar a la calma, tomárselo con filosofía. Esta expresión encaja como ninguna otra en situaciones adversas del estilo de la que nos concierne. Sugiere apelar a la calma, rebajar el tono de la preocupación y, si fuese posible, buscar vías que, además de combatir la negatividad o el agobio, ayuden a potenciar los recursos propios. La pesada broma del destino merece que se le haga frente sin complejos porque cualquier compensación o premio que se extraiga, aunque sea mínimo o solamente moral, que no pueda computarse en puntos, nutrirá la autoestima del grupo y merecerá el reconocimiento del entorno.
Nadie reprochará a los jugadores un mal resultado, ni dos ni tres, si vuelcan en el campo lo que llevan dentro. A estas alturas de la película y aunque en el momento se disguste, la gente sabe perfectamente de qué va esto y no se va a poner intransigente. Por otra parte, el mundo no se acaba en semana y media: a la temporada aún le quedarán seis meses, tiempo de sobra para ordenarse y rehacerse tras un primer tercio de campaña donde han fallado una serie de cosas que se daban por supuestas. Esto sucede en parte porque alrededor del Athletic y en su seno siempre se genera una corriente optimista. Y viniendo de años de bonanza...
Cómo está siendo lo recién vivido que sendos triunfos a costa de los dos candidatos más acreditados para descender se convierten en la clave que por ahora sostiene al equipo de Ernesto Valverde. Otro dato: Levante, Oviedo y Mallorca componen el trío de víctimas en liga de octubre hasta hoy. Sin olvidar el Elche, al que se le birló un punto en su estadio. Con semejante bagaje, en pura teoría las opciones contra adversarios de primerísimo nivel se desvanecen por sí solas. Vale, serán difíciles de sustentar, pero en fútbol todo es posible. Casi todo, sería más preciso. Con frecuencia funciona eso de que nada hay que perder, pues ya lo ha dado por perdido todo el mundo de antemano, y es entonces cuando el pronóstico se pone tonto y no se cumple.
La vertiente anímica del distinguido programa de eventos que afronta la plantilla rojiblanca no es broma. Agradecería como el respirar anotarse algún éxito, por mínimo que fuese. Sería una forma de liberar tensiones, aparcar lo realizado antes y después del verano y empezar a mirarle a los ojos a la competición.