El Athletic, modelo de resiliencia
Cada logro entraña mayor dificultad y, aunque sin la soltura de los dos primeros tercios de la campaña, sigue adelante
Desde no hace mucho, el término resiliencia aparece hasta en la sopa asociado a individuos, colectivos o entes de toda clase. Antes, sobre todo en lenguaje coloquial, se utilizaban palabras como aguante, entereza, solidez, fortaleza, inconformismo, obstinación, rebeldía y unas cuantas más para resaltar la “capacidad de adaptación frente a un estado o situación adversa”, que es el significado que el diccionario atribuye a resiliencia.
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Está de moda hablar de resiliencia, en ocasiones con excesiva alegría, gratuitamente, pero al actual Athletic le encaja como un guante. En realidad, si nos detenemos a analizar su comportamiento de los dos últimos meses, resulta obligado y justo atribuir dicha virtud al equipo de Ernesto Valverde. Hay una serie de indicadores que reflejan cómo está afectando la exigencia del calendario a la calidad del juego, a los resultados y, por supuesto, al rendimiento de los futbolistas. Nada que deba causar sorpresa. Demasiados compromisos, con frecuencia muy seguidos, sin apenas margen para recuperarse de los esfuerzos, para una plantilla que no está acostumbrada a semejante trajín.
Este itinerario arrancó en agosto y nos hallamos a las puertas del mes de mayo con cerca de cincuenta partidos disputados, en concreto 48, ya por encima de los disputados el curso anterior. Y todavía restan, como mínimo, otros siete, quizás ocho.
La mayoría de esos partidos se han saldado con marcadores favorables, de lo contrario hoy el Athleticno sería el aspirante más firme a la Champions, descontado el trío de candidatos al título de liga, ni habría obtenido el billete para las semifinales de la Europa League. Pero siendo así, no es menos cierto que se ha adentrado en una dinámica menos brillante. Podría afirmarse que cada logro entraña un grado de dificultad superior. Continúa sacando resultados, aunque sin la soltura observada en los dos primeros tercios de la campaña.
Ello se manifiesta en que la faceta defensiva, seña de identidad del equipo también antes, ha ganado terreno a la ofensiva. Las cifras de goles no mienten. Han descendido de manera significativa. Si tomamos los doce partidos más recientes, los posteriores a la goleada (7-1) firmada a costa del pobre Valladolid, sale una media de un gol cada noventa minutos. En cinco de esos doce partidos, el casillero propio quedó sin estrenar; en cuatro más, únicamente figuró un tanto.
Pese a la elocuencia del dato, la firmeza del bloque en la contención ha permitido que la menor producción rematadora no se convirtiese en un lastre. El balance no es menos significativo: siete goles concedidos en los doce partidos de marras, ninguno en la mitad de ellos.
Las causas que habría detrás de la pérdida de pegada están conectadas a factores apuntados anteriormente. Siendo el Athletic un grupo que tiende a buscar el área rival sin rodeos, con ambición y múltiples recursos, se parte de que la búsqueda del gol constituye la tarea más compleja del trabajo. Por lo tanto, la que más nota el efecto del cansancio, del déficit de frescura del personal, de las lesiones, de las rotaciones cada vez más drásticas con las que se pretende combatir precisamente la factura del dichoso calendario.
Un detalle a considerar en este asunto apunta a los dos arietes que Valverde ha venido alternando de febrero hasta la fecha. Desde entonces, en la cita referida ante el colista, Maroan y Guruzeta no han vuelto a ver portería. Sin duda, un problema que los demás no pueden compensar satisfactoriamente. Menos aún si el elemento más certero del plantel se pierde por lesión siete partidos, incluido el del miércoles con la UD Las Palmas.
De modo que en vista de que el triunfo se ha encarecido para el Athletic, pero asimismo para sus competidores, aquí no se libra ni el líder de la categoría ni sus perseguidores, ni los que se afanan en desbancarle en la tabla, procede subrayar eso, la resiliencia de que está haciendo gala. Y destacar, por una cuestión de justicia, los servicios que prestan los menos habituales. Igual de imprescindibles.
En la esperanza de que la semana limpia que ahora disfruta el vestuario, le dé el impulso necesario para perseverar en esta extenuante carrera de fondo, solo queda celebrar y aplaudir su actitud. Se suponía que la campaña iba a poner a prueba ese espíritu combativo que tradicionalmente le ha distinguido y cabe afirmar que su respuesta ha desbordado el cálculo más optimista.