Rememorar lo bien que le fue al Athletic el año anterior contra el Atlético de Madrid no fue un ejercicio exclusivo de la prensa o de los aficionados y previo al comienzo del partido de este sábado. Finalizado este, descubrimos que ese agradable recuerdo también estuvo en la mente de Ernesto Valverde, cuando concedió que algún aspecto concreto del once titular remitía a la exhibición brindada por su equipo a costa del conjunto colchonero el pasado mes de diciembre.

Pero no solo los de casa bucearon en el pasado reciente. El desarrollo del encuentro confirmó que a Simeone también le funciona la memoria. Y que más allá de los aspectos tácticos o las diversas circunstancias que tuvieron lugar entonces, tenía grabado que el Athletic le ganó con holgura, igual que sucedería posteriormente en los dos cruces correspondientes a la semifinal de Copa. Demasiado castigo el padecido ante “el Bilbao”, rumiaría el argentino (así es como le gusta denominar al Athletic Club), como para no preparar concienzudamente la nueva visita a San Mamés.

En efecto, a Simeone le importó un comino la imagen que transmitiesen sus hombres, dispuestos como una formación de guerra, cada cual a la distancia adecuada del resto y todos apelotonados formando una muralla en una escueta porción de metros cuadrados muy cercana al portero. El personal se queja de que el Getafe y otros rivales del montón se abonan al cerrojo y luego resulta que el poderoso Atlético, que acaba de invertir una fortuna en fichajes, no se corta un pelo, si debe articular medidas drásticas, pues las articula. Todo vale con tal de sacar adelante un duelo con antecedentes adversos y dolorosos, por reiterados.

Así que no cuesta nada imaginar el alegrón que se llevó Simeone por el modo en que se deshizo el empate sin goles, marcador que, sin duda alguna, si lucía tras haberse doblado el minuto noventa era gracias especialmente a la contribución de los suyos. Se quitó un gran peso de encima superando al “Bilbao” con un gol de los que escuece de verdad, por el momento y por la clase de jugada que lo propicia. Ese gol determinante, una vez conseguido, refrendaba su gran acierto en la elección de piezas, planteamiento, cambios, en fin, en todo aquello que es de su plena incumbencia.

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Simeone sacrificó el espectáculo, maniató al adversario y exprimió a fondo ese detalle al que siempre se alude después, ya sea porque fue perjudicial o beneficioso, según el punto de vista. Detalle que incluye muchos detalles. Todo nace de un mal pase de Nico Williams, el broche a una actuación flojísima, que comprometió en exceso a Lekue y que desvelaba asimismo la errónea colocación del conjunto. El 92 era un minuto para no asumir ni medio riesgo, pero lo tuvo la entrega hacia atrás, el control consiguiente y lo desguarnecida que estaba la zaga, con muchísimos metros a su espalda. Lekue tocó levemente para corregir el deficiente control y la pelota fue hacia Vivian, que acudía a cerrar, pero golpeó en el central y cayó en la zurda de Sorloth para que proyectase a Correa. El infortunio hizo pues su pequeña aportación para que el Athletic tomase conciencia de lo complicado que resulta instalarse en el éxito y, sobre todo, perdurar en él.

El Atlético, al menos en lo que respecta a los puntos que se juega con el Athletic, demostró que ha reflexionado, que su entrenador ha aprendido la lección y aplicó la metodología que estimó oportuna para que aflorasen las carencias ajenas y para salir vencedor. Se diría que el Athletic, en cambio, lleva un poco de retraso. Emite señales de que va afinando sus instrumentos de forma paulatina, podría contar con un punto más en el casillero tranquilamente, pero aún no suena como solía.

Haber tenido que enfrentarse tan pronto a Barcelona y Atlético, vale como eximente, pero no debe obviarse que cualquier compromiso se pone cuesta arriba si los renglones de las partituras de varios de los solistas están torcidas. Ya se ha mentado a Nico Williams, pero Guruzeta, máximo realizador del equipo, anda desorientado; el nuevo, Djaló, necesita margen para encajar. Sancet, que ha aprovechado el verano para coger el tono, o Iñaki Williams, que el sábado hizo un esfuerzo mayúsculo, ellos solos, no pueden generar peligro real, menos si delante suyo se levanta una fortificación con la firma de Simeone, el arquitecto que aprende de las derrotas, que no olvida.

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