SERÍA raro que de aquí a mayo vuelvan a coincidir de salida en la línea de medios quienes actuaron en Anoeta. Dos lesiones (Galarreta y Vesga) y una suspensión (Sancet) posibilitaron la reunión de Herrera, Dani García y Muniain, fórmula de urgencia que Ernesto Valverde mantuvo intacta hasta cerca del final, cuando con el 3-0 en el marcador optó por relevar a Herrera y Muniain a la vez. Prados y Raúl García fueron los escogidos para estos cambios. En el banquillo no había más alternativas, toda vez que Vesga se encontraba mermado por un golpe que todavía le impide trabajar con el grupo.

El club redactó un parte médico relativo al problema de Vesga y añadía que Herrera, que tampoco entrenó ayer, es víctima de otra contusión. Ambos son duda de cara a la visita del Almería, aunque en absoluto estén descartados para una cita en la que se producirá la vuelta de Sancet y quizás de Unai Gómez, ausente en el derbi por culpa de una sobrecarga.

Quien está disponible desde el comienzo de la competición es Beñat Prados, cuyo discreto debut tuvo lugar en la segunda jornada. Apenas pisó durante siete minutos el césped de El Sadar y ubicado en el lateral derecho, donde sumó media hora más frente al Mallorca. Un puesto desconocido para él, que pudo ejercer de lo que es, centrocampista, en los dos ratos que salió posteriormente, contra Getafe y Real Sociedad. En total, su toma de contacto con la categoría se limita a una hora.

Aún es pronto para saber cuál puede ser su recorrido, siendo evidente que a día de hoy tiene por delante a muchos compañeros. Se trata de un jugador con sólidos fundamentos técnicos, lo que le faculta para desarrollar diversas funciones, como ya ocurrió en su cesión al Mirandés, donde con notable frecuencia actuó de central por la derecha en una línea de cinco elementos. Una de sus misiones era facilitar la salida del balón de campo propio, algo para lo que está especialmente dotado. Preciso en el pase y hábil para la conducción, ve fácil el fútbol.

Dado su rol de meritorio y su condición de producto de Lezama, donde ingresó en 2015, la circunstancia que vive recuerda a casos como los de Vencedor y Zarraga. El pasado verano uno salió cedido al Eibar y el otro firmó por el Udinese al no llegar a un acuerdo para renovar el contrato. A ninguno de los dos le va bien, lo que acaso no sea casual después del proceso involutivo que experimentaron a las órdenes de Valverde. No es solo que no contasen o lo hiciesen de aquella manera, sin margen para asentarse Zarraga y condenado al ostracismo (204 minutos en la temporada) un Vencedor que en dos campañas previas ejerció de titular con Marcelino y Garitano.

Lo realmente grave es la forma en que el club puede frenar la progresión de gente joven, de veintipocos años, de productos de la casa que se supone que por algo fueron ascendiendo peldaños en las categorías inferiores hasta alcanzar el final de la escalera. Lo grave es que este club precisamente, con sus limitaciones y con una plantilla plagada de veteranos que se aproximan al final de su carrera, se permita el lujo de prescindir de savia nueva sin pestañear.

Ahora que todo el mundo alaba el nivel de Galarreta por lo que ha enseñado en media docena de jornadas y el equipo parece desvalido en su ausencia, recordar que también él salió del Athletic siendo un chaval y tuvo que buscarse la vida por ahí. Cierto que, tras el primer y efímero contacto con la élite, una lesión grave mediatizó su evolución, pero enseguida fue olvidado y en los siguientes años nadie se planteó o se decidió a recuperarle. Acaba de regresar, con 30 años, diez después, que se dice pronto. Cada jugador es un mundo, una historia. A ver si Prados tiene más suerte que los mencionados. Ojalá que así sea, por él y por la perspectiva que se dibuja en la sala de máquinas en el corto y medio plazo.