Despe la incógnita que desde el final de la última liga había estado revoloteando sobre el futuro inmediato del Athletic, la primera conclusión sería que ha prevalecido la lógica. Es probable que en el veredicto del TAS haya sido decisivo que Osasuna, al igual que Athletic, Barcelona y Real Madrid, no sea una sociedad anónima. Ello habría permitido discernir entre el club y los gestores que en su momento, diez años atrás, amañaron resultados. Estos buscaban su propio beneficio y cuando se descubrió el pastel la entidad navarra, con el visto bueno del juez, se personó como acusación particular, desvinculándose así de la responsabilidad del delito cometido.

Obviar dicha circunstancia equivalía a deformar los hechos y dejaba a Osasuna en el desamparo más absoluto. Por fortuna, el exceso de celo de los “investigadores de la UEFA”, que en su afán por reabrir el caso invalidaban los méritos deportivos del equipo de Jagoba Arrasate, ha quedado en nada. Osasuna era la víctima y como tal actuó, por lo que excluirle de la Conference constituía una aberración, un sinsentido.

La noticia conocida ayer martes posee un influjo directo en la actualidad del Athletic, que podía haberse beneficiado en la hipótesis de que el fallo del TAS hubiese sido otro. Pero lo que no ganó en el campo, tampoco le ha llovido del cielo. Un año más no jugará en Europa, por sexto año consecutivo deberá ceñirse a competir en liga y Copa. Esto significa que su calendario será más llevadero. Eludirá la presión extra de la ronda de calificación fijada para la última semana de agosto, un examen inexcusable para acceder a la fase de grupos, una carga de como mínimo seis partidos más que no está claro que la plantilla de Valverde hubiera asimilado con naturalidad. Su rendimiento reciente planteaba una duda más que razonable.

No entrar en la Conference implica asimismo la resta de unos ingresos que el Athletic necesita con urgencia para no agotar definitivamente el remanente heredado de la época de vacas gordas coincidente con el mandato de Josu Urrutia. Esta sería la vertiente más preocupante de una dinámica que va camino de convertirse en un problema para el que no parece existir una solución alternativa. Mientras el Athletic no eleve sus prestaciones, los nubarrones seguirán oscureciendo el porvenir.