Con el reciente Informe Draghi proponiendo una nueva estrategia de competitividad, política industrial y desarrollo inclusivo para la Unión Europea, aún sin “enfriar, debatir o reposar”, pendiente de la nueva Comisión Europea tras su lenta y controvertida configuración, merece la pena anticipar algunas observaciones que pudieran contribuir no solamente a su análisis, sino, sobre todo, al impulso o rediseño de esa “Nueva Política Industrial” y las consecuencias para la gobernanza, instrumentos facilitadores a recrear o constituir de nuevo cuño, y a los elementos y espacios esenciales que habrán de facilitar o propiciar la tan ansiada “Autonomía estratégica” que la Unión Europea entiende como vector clave en el rumbo a seguir.

Coincidiendo con su presentación, he tenido la oportunidad de compartir ideas y reflexiones al respecto, de la mano de una conferencia y debate (“Economic, industrial and social transformation” - “Transformación social, económica e industrial”) que impartí hace unos días ante un prestigioso e interesante grupo de empresarios y dirigentes alemanes, del Land de Baden-Wurtemberg, con ocasión de su “viaje profesional y de aprendizaje permanente”, realizado a Euskadi, deseosos de conocer el proceso y principales elementos de la estrategia de transformación seguida, con el peso relevante y conductor de la “política industrial vasca”, desde el acceso al autogobierno en los años ochenta hasta nuestros días, y, por supuesto, nuestro posicionamiento ante el futuro en el marco del desafío europeo: ¿Y ahora qué? ¿Adaptase a una nueva Europa urgida de una transformación más que radical?

B-BUG es una interesante organización creada en 1.955, constituida como foro y faro permanente de diálogo, contraste, aprendizaje y generación de impacto en su comunidad, rica en cursos, seminarios, publicaciones y partenariados generadores de redes de confianza y credibilidad colaborativa imprescindibles en beneficio de sus empresas y comunidades. Con un relevante respaldo de primerísimas empresas líderes en diferentes industrias, una amplia red de Alumni (tanto en activo, como en retiro parcial o total), influyendo en el liderazgo, gestión y compromiso social relacionado con sus empresas y países (en primer lugar, Baden-Wurtemberg, Alemania y, como no podría ser de otra forma, en todas aquellas regiones y países en los que sus empresas están presentes, desarrollando alguna parte de su cadena global de valor, a lo largo del mundo). Foro de ideas y buenas prácticas y, sobre todo, FARO estratégico para generar y orientar el liderazgo estratégico transformador. Un espacio cualificado de contraste y proyección de nuestra estrategia vivida y en curso.

Cómodos en el Marco Estratégico seguido en Euskadi, con la credibilidad del éxito transformador logrado, el dialogo con actores protagonistas de su propia estrategia -eminentemente industrial- en una sociedad manufacturera, tecnológica, innovadora, y con un evidente “paraguas social”, transitamos desde la profunda crisis (social, política, económica) en que nos encontrábamos hace 40 años, hasta una nueva realidad, exigente, demandante de renovados impulsos ante los grandes desafíos por delante. Convencidos, sin duda, de que la savia esencial de la estrategia seguida, no solamente se anticipó a lo que ahora parecería un clamor colectivo validador y solicitante de la apuesta inequívoca por una bien entendida política industrial, resulta satisfactorio participar del debate, hoy generalizado a lo largo del mundo. Concebida, en el marco de una estrategia país completa, más allá de la “manufactura estricta”, innovadora, directora de la tecnología requerida, integral con los servicios especializados relacionados, dotada de infraestructuras soporte, provocando-incorporando innovación educativa, financiación, capital humano esenciales para su logro. La industria como garante de empleo (esencialmente local), proveedora de arraigo, desarrollo endógeno, pensamiento largo placista, favorecedor de inversiones y decisiones de largo recorrido, formalidad en el empleo, escenario motor de la interacción empresa-sindical-institucional, y fuente inacabable de nuevas iniciativas, tecnología y futuro. En nuestro caso, además, un planteamiento pionero y que hoy se asume como natural e imprescindible, “paraguas social” con una estrategia económica, industrial, tecnológica, medio ambiental, integrada e inclusiva. Sólida base, asentada en la “cultura industrial” de nuestro país, generada y labrada a lo largo de los tiempos, siempre conectada al mundo (aprendiendo, interactuando, jugando un protagonismo diferencial) con un compromiso natural público-privado-social. Esencia creativa de nuevos instrumentos facilitadores y un objetivo compartido hacia el bien común.

Hoy, la Unión Europea presenta su nueva propuesta de Comisarios ante el Parlamento para su ratificación o veto. Su presidenta, dirige una carta misión a cada uno de los futuros Comisarios, indicando los principios y compromisos de su gobierno, el papel que han de jugar cada uno de ellos y la referencia a los principales documentos a considerar para el desarrollo de contenidos y prioridades en su labor “colegiada”, dando especial relevancia al Informe Draghi, su apuesta por la Competitividad y una nueva Política Industrial europea. Mario Draghi llama a la inevitabilidad de asumir que Europa vive en un nuevo escenario en el que, a priori, no parecería el “líder o ganador”, comparando con los que considera sus principales competidores o contrincantes. Estados Unidos y China, tras décadas de declive en su capacidad “competidora” en términos de PRODUCTIVIDAD. Señala con rotundidad la importancia de esta señal, recurre, con fuerza, a las causas “externas” pero no incide en la esencia interna principal que lo determina: la diferencia contributiva de nuestro capital humano. Nos invita a comprender un mundo en el que el intercambio comercial ya no es aquel de prometida hiper globalización “que beneficiaría a todos”, o la importancia de la energía (acceso a la misma y, en especial, a lo relevante de su excesivo costo comparado), y a un tercer elemento absolutamente crítico que, a relativa distancia, no hemos hecho demasiado caso en el tiempo: Defensa. Nos hemos sentido (al menos en casa) un tanto alejados de sus peligros directos y hemos confiado en el “protector americano” o los compañeros de viaje en países próximos al gigante temido. Hoy, sea interno o no el repliegue aliado, la Unión Europea ha de contemplar su defensa como variable imprescindible en la ecuación de bienestar y desarrollo e interiorizarla, también, en términos de factor diferencial de investigación, industria, innovación y avance tecnológico.

Señaladas estas consideraciones básicas, llama la atención sobre las “Transiciones” (a las que hasta el momento se les ha dado escaso interés o previsión). El buenismo (“salvar al planeta”, “resolver ya el cambio climático y sus denostadoras consecuencias”, “los nuevos paradigmas tecnológicos, sociales y del empleo”) nos lleva a poner el acento en el consenso mediatizador y objetivo final y pretendemos, sin asumir su impacto, también negativo, que el salto entre el presente y el futuro deseado no genere diferencias negativas. Tan solo acompañar las decisiones y planes con la frase “no dejar a nadie atrás” parecería escasamente suficiente. Draghi llama, sobre todo, a una verdadera transición hacia la “economía verde” que, bien hecha, en tiempo y resultados buscados, siempre que se enmarque en la COMPETITIVIDAD Y PROSPERIDAD que una nueva Estrategia Industrial promueva, generando el impulso innovador necesario, la recualificación profesional imprescindible, los partenariados múltiples que se requieren, la adecuación de proyectos transformadores y su apuesta energético-medio ambiental verde, hacia el éxito previsto. Este nuevo paraguas asume no liderar un espacio tecnológico, asociado, apreciando un gap escasamente mitigable, si bien la plena interacción experta y diferenciable, desde la manufactura, aspirando a un coprotagonismo esencial.

Señalada la profunda intensidad del desafío, identifica capacidades y base de partida potentes (Europa no es un parque temático o un vestigio del pasado como pudiera parecer). Un espacio y mercado interior de 440 millones de personas, con 23 millones de empresas que suponen el 17% del Producto Interior Bruto mundial, asentada en derechos humanos, democracia y bienestar (pese al desánimo colectivo, sin parangón en el “otro mundo comparable”). Mimbres sobre los que abordar un verdadero desafío hacia la PRODUCTIVIDAD (hoy en descenso generalizado en la Unión Europea), el CRECIMIENTO (parón europeo y parón mundial, aunque con importantes diferencias regionales), rediseñar el BIENESTAR que nos caracteriza (necesidad de algo más que una reinvención si queremos garantizarlo: salud, educación, bienestar social y el propio futuro del trabajo y sus consecuencias sociales atendibles), con financiación a largo plazo (inversiones ingentes y sostenibles que anticipa habrán de venir básicamente del sector privado con incentivos, garantías y emisiones públicas de riesgo común y compartido) y el “nuevo pensamiento estratégico en términos de seguridad”. Inversiones masivas, grandes cambios en las finanzas, el propio ejercicio democrático en todos los niveles y la gobernanza (gobiernos, empresas, organizaciones sociales) reconstruyendo el sistema, resultan imprescindibles.

Repensar una nueva Estrategia y Políticas Industriales completas será el reclamo base. Requiere, señalar un “nuevo marco de competitividad” para el que ha de impulsarse un mercado de capitales facilitador de inversiones para “el bien común”. Y, obviamente, llama la atención sobre el imprescindible cambio que ha de experimentar el modelo, cultura, funcionamiento de la Unión Europea. Se trataría de abandonar el excesivo y agobiante rol burocrático-regulador-administrador, con vuelta acelerada al principio de subsidiaridad, focalizar organismos al servicio de la estrategia y no a la satisfacción e intereses corporativos, y un largo canto-mantra hacia “LA SIMPLIFICACIÓN” y desburocratización agobiante del eje Bruselas-Estados Miembro. 

Desgraciadamente, se deja en el tintero, elementos esenciales de su diagnóstico. Si la PRODUCTIVIDAD es el punto crítico del declive, ¿en qué medida hemos de afrontar sus causas poniendo especial acento en las personas y capital humano que lo determinan? Si la globalización ha demostrado su fallido intento en el beneficio repartido, ¿por qué no apostar por una GLOKALIZACIÓN real en la que las llamadas “ÁREAS BASE” son esenciales? Si la ampliación sin recursos, gestión, gobernanza concentra un centralismo asfixiante alejando países y regiones del centro diferenciado de decisiones, ¿por qué no intentamos avanzar en mucho más que una descentralización o desconcentración democrática del poder europeo? 

En definitiva, tenemos una reflexión y propuesta más que significativa para “repensar la Unión Europea del mañana”. Son muchas las señales de potencial avance y oportunidades, así como de innumerables líneas rojas que dificultan o cuestionan su posible éxito. Pero, por encima de todo, es un extraordinario camino para la reconsideración del camino a seguir y de la relevancia de una verdadera y bien entendida y coordinada Estrategia Industrial, para la competitividad, el bienestar y el desarrollo inclusivo. 

A pequeña escala, con grandes diferencias (sin duda, también en términos de complejidad), en Euskadi podemos comprender las claves básicas transmitidas para confiar en estrategias imprescindibles como las señaladas.