Se ha convertido ya en una costumbre. La todopoderosa presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha tenido su última ocurrencia y ya tiemblan los pupitres. La última genialidad de Ayuso se llama “plan de rescate” de las Matemáticas. Suena a película de Bruce Willis, pero no. Consiste en obligar a alumnos de colegios e institutos a hacer “diez minutos diarios de cálculo mental” porque, claro, piensa ella que después de tanto TikTok, un par de sumas rápidas les devolverán a la senda del pensamiento lógico. Y, como si eso no bastara, Ayuso ha sugerido que jubilados “cualificados” y estudiantes universitarios entren a las aulas para suplir la escasez de profesores de Matemáticas. Traducido: como no hay maestros porque el sistema los exprime y los precariza hasta espantarlos, se improvisa con un casting de abuelos y becarios. Y es que Ayuso siempre es pionera en convertir los problemas estructurales en sketch de Club de la Comedia. En lugar de invertir en formación, estabilizar plantillas o dignificar la profesión, se opta por lo de siempre: el titular pintón “Plan de rescate”. La idea de Ayuso, en el fondo, no es sobre Matemáticas. Es sobre su propia aritmética política. Sumar aplausos fáciles, dividir responsabilidades, multiplicar titulares y restar recursos públicos. Lo que Ayuso no ha entendido es que sin profesores no hay escuela y sin escuela solo queda propaganda.