Las separaciones matrimoniales, una reducción en el número de hijos por familia, el aumento de hogares monoparentales y del número de personas que viven solas, una subida de familias con un solo hijo, el retraso de las edades de maternidad y una extensión de prácticas de emparejamiento no formalizadas nos están llevando a una sociedad cada vez más unipersonal. De hecho, en Euskadi hay ya 300.150 hogares unipersonales, lo que supone un tercio del total y son, además, los que más han aumentado en el último año. Si en Euskadi había en 2015 863.556 hogares, en 2023 habían subido un 8,6%, hasta los 937.737. Y eso, sin apenas variación en la población. Las consecuencias de esta radiografía dejan sobre la mesa otros problemas que las encuestas no reflejan en números. La soledad, la falta de solidaridad y el culto al bienestar material están ya por encima de la convivencia. Aquellas familias en las que primos y tíos se juntaban en casa de amama son las menos. Lo primero que empezamos a notar fue la falta de solidaridad con los mayores, pero este fenómeno se ha extendido y ya es preferible tener un hijo/hija que dos. “¿No prefieres tener todos los caprichos para ti?”, frase de unos padres a su hijo que reclamaba un hermanito. Este fenómeno, además, agrava otro problema que ya tenemos: cada vez se necesitan más viviendas aunque la población no crezca. ¿De verdad cuantos menos, mejor?
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