Mientras usted esté enterrando el palo de la sombrilla en la arena, aflorarán las ramificaciones de esa corrupción que está de vuelta y nunca se fue. Tan sistémico es el pillaje a gran escala en el Estado español que al ciudadano corriente ni le pilla por sorpresa, ni le causa estupor, ni siquiera ya desafección, porque el estruendo de la gota que desbordó el vaso sonó ya en tiempos de los músicos del Titanic. Triunfaría un podcast donde los audios de Cerdán, originario de un feudo donde el socialismo fue alumno aventajado en esto del trapicheo, y los de Cospedal fueran monologueados hasta el punto de que puedan achacar que han sido víctimas de la Inteligencia Artificial suplantando sus voces. Cosas veredes, amigo. Queda retratado el bipartidismo, como también lo está el modus operandi del chanchulleo político de todo quisqui, que comprende desde las mordidas de toda la vida hasta ese clientelismo pasado por el tamiz del dedazo. Todo ello es perversión democrática. E igual que M. Rajoy no puede ser otro que quien su nombre indica, apiadarse de la aflicción de Sánchez por haber estado en Babia no cuela. Aplicar la táctica del apagón presentando al Ejecutivo como perjudicado valdría en el manual de primero de legislatura y no en quien se ha pasado siete años sin olisquear los chorizos. Pronto nos tocará lidiar con los pata negra de pulserita pero este hedor se hizo ya insoportable. Game over.
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