De nuevo a vueltas con el fútbol, que tiene contrastada capacidad de generar alegría y nausea en función del meandro del río que toca navegar. A veces el agua desborda el cauce y llena las orillas de pura escoria.
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Se entiende al arbitro vizcaino Ricardo de Burgos Bengoetxeacuando lamenta con amargura que a su hijo le pongan de vuelta y media en el colegio por las decisiones que toma su padre en el terreno de juego. Le acusan de tener un aita ladrón siguiendo el dictado de la maquinaria de propaganda más global y aviesa de la historia: las redes sociales, que, en muchas, demasiadas, ocasiones, trascienden de lo comunitario –el principal valor de lo social– para exprimir el personalismo frente al interés general.
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Real Madrid
En este caso, el motor que mueve el odio es el canal de televisión del Real Madrid y el rebote que consigue en medios de comunicación. Cuando internet no corría por nuestras venas, sabíamos qué periódicos evitar. En cambio, los niños de hoy, sean del Athletic o no, sienten que el Barcelona es el enemigo precisamente por la intoxicación viral del equipo madrileño y sus satélites.
El FC Barcelona gana la Copa
Es fácil que un adolescente crea que el árbitro pita básicamente para fastidiarle, pero la madurez implica, también, entender que no es así. Mientras el Madrid alimenta la teoría de que hay aitas que roban, obvia que uno de sus jugadores intentó agredir al árbitro el pasado sábado. Todo un espejo de la basura que arrastra su política mediática.