El surgimiento la pasada semana de un conjunto de vallas en el entorno de San Mamés llamó la atención de vecinos y asiduos de la zona. Acostumbrados a una explanada virgen de obstáculos surgieron todo tipo de cábalas hasta que la lógica imperó. Son un requisito de seguridad impuesto por la UEFA de cara al partido de la final de Europa League que acogerá La Catedral en mayo y que requiere de una jornada de prueba para comprobar si es efectivo. Y que mejor examen que el de mañana. Un partido también europeo, en el que toma parte el Athletic como, esperemos, ocurra en mayo; con unos tifosi visitantes que puede generar problemas, sino que se lo digan a los athleticzales atacados en la primera cita con la Roma; y una seguridad pública, léase Ertzaintza, que desplegará todas las medidas previstas en sus planes de contingencia. Los parapetos físicos es algo habitual en citas finalistas del máximo organismo futbolero europeo. ¿Su función? Componer un anillo de seguridad, con vallas de diferentes tamaños bien ancladas, que descarguen de presión a los txapelgorris en las puertas del estadio. La razón es que la primera validación de entradas y retirada de cualquier elemento prohibido en el campo se efectuará en este primer fielato y así el personal guerrero llegue más suave a su localidad. Con planes bien pensados y, después, ejecutados seguro que mañana se aprueba con nota. Solo hace falta que no aparezcan los cafres de siempre.
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