Más de ocho años y medio después de que cinco individuos violaran a una joven de dieciocho años en un portal de Iruñea en plenos sanfermines, La Manada, que es como se hacían llamar los susodichos, sigue aullando, por no decir que sigue dando dentelladas. Ayer se dio a conocer que la Audiencia de Navarra ha rebajado de 15 a 14 años de prisión la pena a dos de los cinco condenados, en aplicación de la ley del solo sí es sí. En sus resoluciones, la Audiencia considera “jurídicamente obligado” seguir la doctrina dictada por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que en su día confirmó la rebaja de la pena para el primero de los cinco agresores que la solicitó. Nada que objetar desde la prudencia de quien no es experta en leyes. Mucho, en cambio, desde la empatía hacia la víctima, agredida sexualmente, vejada, señalada, acosada y sin posibilidad alguna de pasar página con esta retahíla de procedimientos judiciales, que vienen a meter un poco más, si cabe, el dedo en su llaga con la cadencia justa para que no levante cabeza entre varapalo y varapalo. La semana pasada trascendía que su abogada había pedido dos años y un día de cárcel para las detectives que la espiaron y recogieron en su informe cosas tales como que “se ríe y disfruta de sus amigos” o “cena cómodamente con su familia”. Por fortuna a la joven la arropa su entorno porque no se puede estar más vapuleada.
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