Mientras expulsamos los virus, la epidemia de memeces que sobrevuela Madrid provoca que, solo del rubor, nos suba la fiebre. En escaso intervalo de horas tuvimos a su lideresa clamando por un complot ungido en Moncloa para volatilizarle conversaciones de WhatsApp como si Sánchez hubiera fichado al Mago Pop; mientras otro presidente, el mandamás de ACS con poder sobre la propia IDA, se atreve a mandar una misiva al Gobierno español vía CSD clamando contra los arbitrajes que osan obligarle al Realísimo a poner una brizna de esfuerzo de su parte para sembrar el camino a la Cibeles. FP, gestor del llamado madridismo sociológico al que no le duelen prendas en telefonear recurrentemente al corrupto presidente de la RFEF para pedirle explicaciones –como así éste acaba de reconocer– y a dueños de los medios amenazando con rodar cabezas, denuncia una caza de brujas que tiene al VAR de rehén. Ese club con mando en Plaza –colegiado y dirigente federativo predemocrático– y un palmarés labrado también con desmanes; que halló en Negreira su tapadera; el que lleva diez penaltis a favor y ninguno en contra; el que ha visto a más rivales expulsados; ése donde sus figuras reciben un trato particular de las reglas; y hasta con capacidad para dejar en la nevera a los trencillas; nos echa un cara un contubernio. Puestos a tirar de siglas, sospechas e histrionismo, lo siguiente será que MAR dirija una campaña de la DGT.