Las historias humanas que desentierran cada día los voluntarios que se han desplazado hasta Valencia para combatir los efectos de la dana son tan devastadoras como esperanzadoras en un mundo que se arropa en la insolidaridad a diario y que ha encumbrado el individualismo como fenómeno a seguir. Nadie puede consolar a los miles de valencianos que han perdido a familiares y amigos, sus casas, sus coches... toda una vida proyectada durante años. Pero hay imágenes de Valencia, además de las de la masacre que ha generado esta dana, que tampoco se pueden olvidar. El otro día veía una foto en prácticamente todo los medios de comunicación en la que miles de personas en manifestación se dirigían a las zonas afectadas para limpiar el barro y poner alivio en las heridas. Un día más tarde unos hosteleros de Bilbao anunciaban que la recaudación de la semana iría para los damnificados. Ayer el Banco de Alimentos de Bizkaia anunció que destinará parte de las donaciones que reciban en la Gran Recogida de los días 22 y 23 de noviembre a las personas afectadas al igual que los 54 miembros de la Federación de Bancos de Alimentos del Estado. Junto a esto hay bomberos de Bilbao y Bizkaia en Valencia, miembros de la DYA partieron ayer y otros tantos voluntarios de manera particular también lo han hecho. En medio de esta insólita tragedia me quedo con esa parte del ser humano que revive y es que la crisis nos pone a prueba.
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