Multitudinaria es un adjetivo que se queda corto para definir lo que es la participación popular en Aste Nagusia. Esta edición empezó gafada por mor de los chubascos que aguaron la primer noche festiva y obligaron a suspender algún acto. Pero no ha sido óbice ni valladar para que la pasión jaiera se mantenga incólume, incluso para los de fuera de Bilbao no acostumbrados a chaparrones botxeros. La presencia de turistas, algunos despistados, otros integrados a más no poder, está creciendo a ojos vista, igual que viene ocurriendo el resto del año por las calles de la villa. El hecho de que los hoteles no se quejen esta vez, con el 95% de las habitaciones ocupadas, es buena prueba de que el tirón de las fiestas más grandes del mundo, por aquello de ser bilbainas, es algo más que percepción callejera. En las txosnas el personal es más poliglota y la oficina de turismo tiene colas a todas horas. Los 400 actos festivos gratuitos, no hay que olvidarlo, junto con el ambiente que se genera por casi toda la ciudad (expandir más la fiesta es una asignatura pendiente) es un aval pa’todos los que quieren disfrutar de una experiencia única y cada vez más foráneos llegan para comprobarlo. El que se sientan a gusto, seguros y disfrutones, que no reciban patadas de ningún tipo, sea el que sea, puede convertirse en un aval para que vuelvan otro año o simplemente hagan proselitismo. El boca a oído es la mejor campaña publicitaria que existe.