Ni que fuera Taylor Swift! Aunque, para ser justos, tampoco la cantante de Wyomissing hace tantas versiones de la misma música. Hablo de quien sí tiene quien le escriba y, por los medios, también alguien que le oiga aun cuando, al contrario que Swift, año tras año va perdiendo audiencia. Y conste que es preciso reconocerle siquiera el mérito de lograr que tantos hablen tanto y durante tanto tiempo habiendo dicho tan poco en apenas unos minutos. Mira que escribanos y correctores se emplean a fondo para equilibrar la letra al tono preciso y que no sea chicha cuando no tiene que ser chicha ni limoná cuando no tiene que ser limoná... y no hay forma. Va y parapeta su perorata en la Constitución, tal que si fuera un muro cuando es la sociedad la que los levanta o derriba. Recuerden Berlín. Y tampoco se corta al hablar de nación, que aunque a él le pese, y le pesa, no es de suya la nuestra ni la de otros. Pero los canales de la tele, que siempre buscan diferenciarse entre sí, se mantienen firmes y obligados a reproducir el vídeo para que tertulistas y anatontos, a coro con los partidos, puedan destripar si dijo lo que dijo, si no dijo lo que dijo o qué querían decir sin decir el cuadro del fondo, la fotografía de la mesita o el entrecejo del susodicho. Hace una semana ya y ahí siguen atribuyéndose sentidos y significados. Y el hijo de emérito, a lo suyo, de ellos. Jingle bells, jingle bells... O porrompompom, que sería más propio.