COMO lo único que puedo hoy celebrar es el santoral de las Pilares, alguna con el cielo más que ganado, y no el expolio y destrucción de los pueblos indígenas ocurrido hace más de cinco siglos, mataré la mañana midiendo el nivel de decibelios de los abucheos a Sánchez mientras Feijóo se relame las heridas maquinando alguna otra apropiación de símbolos hasta el punto de entregarse a los ultras sin importarle siquiera si estos apostatan de su rey. Su penúltima exhortación anima a regresar a las urnas el 14 de enero en unas elecciones que supongan un plebiscito sobre la amnistía. Vamos, que ahora se refugia en una herramienta propia del independentismo, refrendar de forma vinculante un objetivo a través de comicios, tal y como pretendió en su día Artur Mas o, después, esa coalición bautizada como Junts pel Sí. Seguro que le compra la idea su reina catódica venida a menos, que ha pasado de ejercer de oráculo de la derecha tras los maitines al unidígito de share en ese (pe)tardeo donde para debatir sobre Israel y Palestina sienta en la mesa a especialistas como Lolita, Vicky Martín Berrocal y Alaska, que dejó a su chico contaminando Madrid, y no solo con sus canciones. Política y crónica rosa son casi ya dos caras de la misma moneda aunque en ella te pueda aparecer el caudillo. Lo mismo ocupa titulares Óscar Puente y su trifulca en un tren que el cariño de Letizia hacia el primer ministro luxemburgués y su marido. Me están entrando unas ganas de votar... l

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