MIENTRAS el Poder Judicial se desangra ante la imposibilidad de su renovación y el foco señala a los Rubiales de turno –quedan legión–, a los vericuetos y circunloquios de la investidura fake de Feijóo, la previsible entronización de Sánchez y a cuánto de cerca está ya Puigdemont de la frontera; hay un asunto que apenas ha ido colocado en los breves de los medios pese a que, cuando interesó, no había suficientes fregonas para contener tantos ríos de tinta villareja: el archivo de la investigación contra Podemos y Monedero por parte del juez del caso Neurona, que empezó como disparos de salva y acabó buscando niñeras hasta en la cola del paro. Ni cajas B, ni sobresueldos, ni ministras utilizando a empleadas del partido como cuidadoras. Lo que sí hubo es decenas de titulares maledicientes que perseguían un objetivo: instalar en el imaginario colectivo que la formación que abrió las ventanas para que, al menos, corriera el aire y se marchara el hedor de la política española no era más que una mala fotocopia para, una vez derrocada, reinstalar el bipartidismo y enterrar los contrapoderes que necesita toda sociedad. Más allá de egos y errores que han acelerado su arrinconamiento, lo constatable es que se han tardado tres años, y no es casual, en fallar que solo había denuncias e informes policiales falsos sin que ahora nadie asuma culpas. Y, mientras, la izquierda cuqui calla y se pone de perfil. Lo mismo tampoco va sobrada de neuronas. l

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