ES conocido lo aburrido del hervido soso cuando puedes tener a media población directamente al chup-chup. También lo es el bajo interés de la ciudadanía por las encuestas electorales, que antes nos sacudían con unas cuantas a la semana en las campañas hasta que nacieron los trackings públicos, esas herramientas de medición tan diaria y cotidiana como eso, un pescado hervido en plena temporada de playas. A mí esto de los trackings empieza a recordarme a una carrera de caballos, una mala telenovela hasta el capítulo siguiente o una pizarra de apuestas. ‘Fulano está en camino’, ‘Mengana se pone en cabeza’, como un angustioso carrusel de emociones, en el que, querida chavalería, solo se emocionan ellos. Nosotros para sustos tenemos la app del tiempo, porque esto es como predecir la climatología un día de tormenta, en pleno verano y con el planeta cocido, como un pescao. Todo suspense, según el día y la encuesta, como la fábula de la tortuga y el conejo, pero sin moraleja. Yo me acuerdo del ejército de encuestadores, sudorosos en pleno julio, insomnes y exhaustos sabedores que después de una encuesta al día siguiente tendrán que seguir con las preguntas, como si fueran la versión de la mercadotecnia de una venta a puerta fría en este Supervivientes pero de políticos subidos al Dragon Khan. La emoción no se rastrea. Déjense de spoilers diarios, que esto no es la búsqueda de un tesoro y sus pistas, desafiante, constante y muy cansao.

susana.martin@deia.eus