IGNORO si a Trias le vino a la cabeza la letra de Rata de dos patas (rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida...), de Paquita la del Barrio, pensando en el latrocinio, otro más, pergeñado por Colau y sus comunes, el ala mayor de esa macedonia de apóstatas (ex)morados reunidos en torno a una marca que, a cada decisión que adopta su jefa de filas, solo resta. De veto en veto hasta la derrota final. Lo acontecido de nuevo en Barcelona, con la izquierdita cobarde genuflexa ante la derecha y ejerciendo de apóstol del Régimen del 78 mientras su marionetista prepara el escenario para una retirada honrosa, es la prueba del algodón de que en La Moncloa dan la batalla por perdida. No se entiende de otra forma tan caciquil estrategia de humillar a tus inevitables socios con una decisión estéril ante el votante español y que puede despojarte del voto prestado entre el electorado soberanista. Fue la puntilla de una jornada que convirtió la política, en cualquier rincón del Estado, sea Gijón, Mugardos o Gasteiz, en un descorazonador intercambio de cromos, un trilerismo vergonzante por parte de quienes acusan, y con razón, al PP de asimilar la delirante ideología ultra, pero no les tiembla luego el pulso al coquetear con él para beneficiarse, por acción u omisión, de sus apoyos. Entre tanta traición y maniobra, a día de hoy dan ganas de pasarse el 23-J embadurnado de factor 50 y a remojo mientras releo a Maquiavelo para entender el juego. ¡Que os zurzan a todos!

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