ALARMA azul: llega el facherío saltando de caballo en caballo de los jinetes del apocalipsis. El mayor éxito de la transición española es que ya no chirrían las caras de las camisas azules del siglo XXI. La crónica estaba escrita desde hace tiempo, lo veníamos venir, pero la ola era imparable. En realidad, lo que más irrita es que la tropa de Vox ha encontrado lo que buscaba, una línea de ingresos sólida para un rato largo. Y un PP dispuesto a todo por recuperar el trono. Ojo, no hay que descartar que el próximo ministro de cultura jure el cargo en traje de luces, dispuesto a enfrentarse a los cuernos de la asimetría del Estado con la soltura y sangre fría del bombero torero. Han perdido el norte, solo interesa el efecto especial, que es lo que engancha al votante que traga bilis desde que el sol tiene ese tono rojizo, tirando a morado. ¿Ha calentado lo suficiente la playa en la que fluyen las políticas sociales? Pues no, las campanillas de la tierra prometida han frenado los avances. Pero lo mejor está por venir, porque por la banda derecha se busca también el impacto. Que no quieres toros, pues un torero de vicepresidente en Valencia. Y ese camino conduce a las arenas movedizas del simbolismo, que por vocación escupe cadáveres de cuando en cuando. El frente se mueve dentro de las expectativas en ese capítulo. Después de lo malo, viene algo peor. Ciudadanos nos ponía los pelos de punta y Vox apunta a tocar poder de la mano del PP. Se va a quedar el cementerio pequeño para enterrar a tanto estadista.