SOSTIENE Borja Sémper que el PP es la única marca que no pacta con “ultras”. Si ya andan huérfanos de Memoria Democrática, le traicionaría el subconsciente cuando cometió el lapsus de afirmar que entre las medidas de su jefe cuando reconquiste La Moncloa está “que la mentira vuelva a operar en política”. Si es el caso, también a esto llega tarde. Ultrajar, que viene de ultra, es justo el guion que maneja su partido para, mediante la radicalidad de sus decisiones, devastar todas las conquistas sociales de la última legislatura. De forma violenta, que no necesita fuerza física sino el uso descarnado del poder. En un país que tiene a más siete mil terroristas encarcelados por violencia machista, que suma más de 1.200 asesinadas desde que hay datos, donde los sistemas de protección literalmente no funcionan –da igual el territorio– y hartos de quedarnos en el lamento, la idea capital de Feijóo es suprimir el Ministerio de Igualdad. Él, que debe estar adscrito al pírrico colectivo de hombres, un 16%, que colabora en las tareas domésticas y cuida a menores, mayores y dependientes. En cuanto “revise” –cruel verbo en manos de la derecha– los derechos del colectivo LGTBIQ+ (letra a letra), mande de vuelta al Piolín a Barcelona, sitúe a los jueces que mejor le hagan los deberes, fije un sistema educativo uniforme y le obligue a morir sin dignidad, le va a quedar una España para brindar con Osborne. Y si le faltan dedos, siempre estará Coalición Canaria. Y los ultras...

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