SE acaban de cumplir diez años del fallecimiento de Margareth Thatcher, quien según tantos cometió el pecado original que nos desterró al caos del neoliberalismo y según tantos otros engendró la demagogia que algunos como Trump han desarrollado hasta la monstruosidad política. De Thatcher, y también de la demagogia, es aquello de que en la era de la televisión –no digamos en la de internet– “una imagen de una enfermera guapa ayudando a un viejo convence más que todas las estadísticas sanitarias”. Hoy quizá no lo diría. Pero porque ni “enfermera guapa” ni “viejo” tienen cabida en el lenguaje políticamente correcto. Por lo demás... Así que echemos mano de los datos frente a los edulcorantes que suelen falsear la realidad. El sueldo bruto medio en el Estado es de 28.360€ anuales. De ellos, el 39,5% (11.202€) se dedica al pago de impuestos y cotizaciones. Son datos oficiales. Quedan 17.158€. El alquiler medio de una vivienda ronda los 700€/mes (8.400€/año) y la hipoteca media, 750€/mes (9.000€/año). Al débil sueldo bruto medio ya solo le quedan entre 8.158€ y 8.758€ anuales. O sea, de 680€ a 730€ al mes. De ahí sale la comida, la electricidad, el transporte, el teléfono, la educación, la ropa... Sumen. ¿Qué queda? Y repito: es el sueldo medio. Otro primer ministro británico, David Lloyd George, liberal de inicios del siglo XX, dijo que las estadísticas no alimentan. Cierto. Pero hay a quienes sí da de comer la demagogia.