VAMOS a ver, onotomatopéyicamente le ha quedado a la delegación española una canción muy euskaldun de cara al festival eurovisivo al llevar por título un doble EA, y no precisamente las siglas del partido sino la voz que insufla animosidad en una acción. EAEA, ¡pues veremos! Mientras los juntalíneas de costumbre recurren al evento musical para ahorrarse estrujar su media neurona y cargan contra esta y cualquier otra que hubiera sido la canción designada; no faltan tampoco quienes la usan como arma de destrucción política recordando que cuando el folclore seleccionado es flamenco –apenas cinco veces y solo una de raíz pura, hace 40 años– nadie se rasga las vestiduras y se coge la parte por el todo como si el sentimiento identitario se expandiera por todo el Estado. Cierto es, pero despreciarlo supondría entrar en el mismo juego de quienes ponen el grito en el cielo porque en escena irrumpan tres chicas evocando la lengua de Rosalía de Castro, y no digamos si incluyen versos satánicos en el idioma de Puigdemont y en lo que los nostálgicos llamaban vascuence. Luego están quienes se gastan 100 pavos en un concierto de Rosalía y se ponen de fino hasta las trancas y dicen que esto de dar tantas palmas Europa no lo entenderá, como ya hundió la barca de la Amaya, visionario tema de cuyo complot, entre el vestido y la orquesta, poco se habló. ¡Claro, que de folk serbio o ucraniano estamos todos muy puestos! Tanto, como respetando culturas.

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