PARECE que fue ayer, pero ya han pasado más de cinco años desde que surgió en Los Ángeles el movimiento #MeToo. En 2017 el New York Times publicaba una investigación sobre las denuncias de acoso sexual contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein, quien era considerado intocable pese a los rumores que corrían sobre sus conductas abusivas. El cambio empezó con dos palabras tan simples como “Yo también”. Cinco años después, Harvey Weinstein fue condenado a 23 años de cárcel por varias violaciones. En el Estado español se han dado casos sonados de acosos en el mundo de la política, de la ópera y del teatro. Pero en el cine, aunque muchas actrices se han quejado de conductas abusivas, todavía no se había producido un gran escándalo. Hasta el pasado domingo, tras la posterior fiesta de la gala de los Premios Feroz en Zaragoza, en la que se denunciaron dos presuntas agresiones sexuales, que, en caso de probarse, podrían estar castigadas con penas de uno a cuatro años. “Nos da igual quién sea el agresor, es intolerable que ocurra este tipo de actos”, han asegurado desde la Asociación de Mujeres Cineastas y la Unión de Actores y Actrices. La actriz Itziar Castro ha reconocido también que cuando va de fiesta se pasa “toda la noche apartando babosos”. Lo que se esperaba que fuese una celebración del cine se enturbió en un fin de ceremonia indeseable. Tolerancia cero.

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