Muy desde la distancia y diría que también atrapado por el hastío de la reiteración de las valoraciones, visto lo visto en el caso de Miguel -donde los dineros que se han llevado al bolsillo los condenados son migajas en comparación con lo que se ha destapado más allá de Miranda y ha quedado demostrado que no había una trama corrupta de partido- manejo dos posibles respuesta. La primera organizar a la gente en la calle en plan trumpismo o bolsonarismo para exigir a nuestra clase política que se ponga al nivel de la del Estado en esta materia. La segunda felicitarse de que el mayor caso de corrupción de Euskadi tenga esta reducida dimensión. Habrá que tomar una decisión al respecto de aquí a mayo, porque todo apunta a que el ruido en relación a este turbio capítulo de la política vasca va a sonar en los mítines de la campaña electoral y en los prolegómenos de los comicios municipales y forales. Es un misterio el escaso tiempo que dedican algunos partidos a los problemas reales de cada pueblo o territorio histórico en una cita en la que se debería hablar exclusivamente de eso: de las cosas de comer, que son las que de verdad importan y, como es sabido, no se juega con ellas. Ocurre que algunas formaciones políticas les preocupa sobre todo ganarse las lentejas en Madrid. conservando o logrando la Moncloa, y las batallas que plantean no están pegadas al suelo que pisamos usted y yo. Así que estamos condenados a estar muy atentos y separar el grano de la paja.