EL impacto social y mediático de la muerte de la reina de Inglaterra confirma que la figura de Elizabeth II trasciende de las fronteras de su reino y de las tareas propias de su cargo vitalicio, que, a tenor de la aceptación entre los británicos, desempeñó con gran profesionalidad. Cómo negar su relevancia en la vida pública si hasta The Smiths y Sex Pistols le prestaron atención. Los medios de comunicación de todo el planeta le han dedicado estos días un espacio fuera de lo común para un monarca ajeno. Desde luego mucho más de lo que recibirá en su día el rey emérito. A decir verdad, ha fallecido una mujer que es una parte importante de la historia del siglo XX, testigo de guerras, cambios políticos (entre ellos la entrada y salida de Reino Unido de la Unión Europea), movimientos de fronteras… Dicho esto, es evidente que el personaje que hereda la corona no es el más indicado para liderar el salto de la institución al siglo XXI, ni por edad ni por personalidad. Al tiempo que no está claro que la real familia esté por la labor del cambio ni que la realeza tenga sitio en estos tiempos. A reina muerta, rey puesto, y las imágenes de los descendientes de la Queen distan mucho de las de una familia rota por el dolor de la pérdida de un ser querido. Hay una foto que lo ilustra: la de los príncipes de Gales estrechando sonrientes las manos de incondicionales bajo un titular en el que se detalla que la pareja hereda 1.000 millones de libras. Toda una lotería para una familia alejada de la realidad.