PARAFRASEANDO a Abascal en la fría noche castellano-leonesa, "a Feijóo se le está poniendo cara de jefe del PP y de la oposición" con tanto afán de convertirle en un hombre de Estado, tanto que Galicia ya es esa incubadorade donde salen todos grande estadistas. Sin ir más lejos, el propio Rajoy, origen de este sindiós popular que dejó a Mariano tragándose la moción de censura con un gintonic en un restaurante y a Casado devorado por los cuervos que antes le manteaban. Feijóo, de cuyas experiencias en el "narco-yate" ya nadie se acuerda, se ha convertido en el jefe de un PP aún sin serlo y al que se le ha colado Vox hasta la cocina de un gobierno que ha estrenado por primera vez a los ultras en la gestión política. Mira que Casado andaba mareando la perdiz, convirtiendo en un problema aquello de la definición política, pero ha llegado Feijóo y se han despejado las dudas como se le despejaron a Casado en aquellas 72 horas desesperadas: Vox está en las instituciones cuando el mejor alcalde de Galicia, camisa-blanca-de-mi-esperanza, dirige el partido in péctore. De momento y desde que ha llegado a la villa y corte, se le recuerda por estar pero no estar y en medio de este vacío de poder, Abascal se fuma un puro en medio de Soria. Feijóo, como un error promocional, se estrena al mando de PP y con él la ultraderecha en los gobiernos de su mano. Como en la guerra, ha sido llegar sin llegar, hablar sin hablar y ponerse a subir el pan.

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