E la sartén al fuego. Se ve que no hay forma de volver al camino más directo y hay que acostumbrarse a transitar por uno lleno de recodos. El Gobierno vasco confirmó el pasado viernes los temores: la economía no crecerá lo esperado a causa de la invasión de Ucrania. En las próximas líneas toca hacer una serie consideraciones de carácter emotivo y político, poner el foco en que lo importante es el drama humano de una población atacada, que está en juego la libertad y la democracia de todo occidente o que hay que reforzar los lazos de la comunidad internacional para no permitir que un sátrapa ponga en jaque a todo el planeta con su potencial nuclear. Todas esas cuestiones son, evidentemente, las que están en la primera línea de las preocupaciones. Sin embargo, no se pueden perder de vista las consecuencias que va a tener este conflicto para el bolsillo de los vascos. Un efecto muy directo e inteligible es la subida de los precios de la energía, su impacto en las economías familiares y empresariales, la pérdida de poder adquisitivo de los hogares y las compañía y el freno que supondrá previsiblemente en los acuerdos salariales. Así que todo queda una vez más en manos del diálogo entre patrones y asalariados, de que ambas partes vean el problema con la perspectiva que merece y establezcan una negociación leal. Una receta que es válida para otras cuestiones, porque la energía del diálogo puede incluso poner fin a una guerra.

Asier Diez Mon