AMÁS en mi vida le he mandado un mensaje". Y en la sala quedó un silencio espeso tras la frase de Rajoy evocando aquel "Luis, sé fuerte", aunque Mariano hablara de Villarejo y no de extesorero y sus legendarios apuntes contables. La frase tenía lo mismo de preventiva que de puñetera, toda vez que aquellos mensajes de whatssap los vio hasta el Tato y Rajoy quiso aclarar que no, que con el excomisario no se andaba por las ramas del doble clic. Quizás fue porque en esos menesteres andaba Cospedal, que calló la semana pasada para que luego saliera Rajoy a decir que iba "a responder a todo" porque no tenía "ningún problema" en hacerlo matando así dos pájaros con dos frases: deslizando que Cospedal sí tenía problemas en hablar y que a Villarejo ni agua, vamos, que ni un whatssap de trámite. Con la vieja receta de la negación machacona, Rajoy negó tantas veces a Villarejo como le fue posible: ni le había visto en sitio alguno, ni le había mensajeado, ni hablado. El excomisario era una cara de Bélmez que un día estaba pero nadie veía. Si no constaba la contabilidad B de la planta de abajo cómo para saber de una trama parapolicial al chup-chup en los despachos del ministerio para hacerse con material sensible en manos del tesorero. Otra vez la trama del desperdicio se asoma al escenario del PP y sus delincuentes. Igual que los que les auparon o contrataron, alentaron y negaron como línea de defensa en la olvidada organización criminal, ese partido del que usted me habla...

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