IENTRAS nos largan el rollo de la economía circular, el consumo sostenible, y el planeta se va a hacer puñetas, se celebra el Black Friday, la oda al consumismo más exacerbado, y la jornada de compras por excelencia. Oleada de descuentos, tsunami de rebajas, aluvión de ofertas y promociones a tutiplén. ¡Hala. A lo loco! Viernes negro, o semana negra, días en los que las multinacionales intentan vendernos la moto para conseguir tener números negros en sus cuentas gracias a hacernos números rojos en el bolsillo. La OCU ya ha advertido que también lo podrían llamar Black Fraude. Los precios se han subido hace un mes, pero ahora entras el trapo porque hay supuestas gangas. Coges una americanada de libro, inflas los costos previamente para hacer luego la trampa de los descuentos, y ya tienes montada la picaresca española. A poner el chollómetro a funcionar. ¡Uy. A ver si gasto 300 y me ahorro 20! Triunfan las compras por impulso. Y gadgets y aparatitos completamente inútiles. Pillas un portátil que no necesitas, un móvil que hace rizos, y un robot aspirador que te hace la manicura mientras barre y friega. Luego, cuando más de uno acabe con el Black Friday, empezará con el Cyber Monday, las compras de Navidad, los regalos de Reyes y las rebajas. Moraleja; si usted no ha comprado nada estos días, usted ha conseguido ahorrar el 100% en cada producto.

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