ASEABA ayer con la curator Lucía Agirre por las salas del Guggenheim Bilbao, donde las mujeres han tomado el protagonismo con tres exposiciones que demuestran el poderío artístico femenino. Detrás de cada cuadro, de cada escultura hay una historia, en muchas ocasiones de creadoras que han sido maltratadas en su tiempo por los críticos, relegadas al papel de mujer de, madre de o simplemente tachadas de los circuitos artísticos y calificadas despectivamente como amas de casa. El arte no se ha escapado de la visión patriarcal que impregna toda la Historia. El mundo del arte está muy feminizado, son muchas más las mujeres que estudian en las universidades pero la pirámide se va estrangulando en los siguientes pasos. En las ferias de arte contemporáneo solo un 25% son mujeres artistas y en las galerías expone una mujer por cada tres hombres. Así, es difícil que su obra llegue a los museos. Me cuenta Lucía Agirre que el 8 de marzo el Guggenheim hace una campaña para visibilizar el trabajo de las mujeres y pregunta el nombre de cinco creadoras. Pocos pueden completar la lista. Y me deja una reflexión: estas mujeres están aquí porque su obra es tan buena o mejor que la de muchos hombres, pero no han tenido la oportunidad de exponerla en muchas ocasiones. No se trata de cubrir unas cuotas. Están aquí porque ellas se lo merecen. Totalmente de acuerdo.

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