ODO empezó poniéndose una calcomanía y ahora han tatuado su anatomía hasta parecer un jarrón chino. Con la Liga ya a pleno rendimiento, contemplo estupefacta los brazos aztecas de nuestros jugadores. Ander Capa luce la piel llena de tinta. A Muniain también le mola el estampado corporal. Me dicen que otros futbolistas esconden fieras, retratos y leyendas variadas. La parte alta de la espalda de Neymar está coronada por sus superhéroes favoritos de comic, Batman y Spiderman. Debe haber algo en el ADN que les impulsa a marcarse el cuerpo para parecer distintos. Se graban sus biografías, sus historias y son como curriculums con patas. Siempre me ha llamado la atención lo de tatuarse el nombre de su novia, o de su hijo. Pareciera que lo hacen porque se van a olvidar de él. Ligados históricamente a rituales y estratificación social, pasto de presidiarios de películas yankis, me flipa que tipos montados en el dólar, iconos para miles de chavales, vayan serigrafiados como los miembros de las maras latinas, o los Yakuza de la mafia japonesa. Hoy el tatuaje aparece como un mecanismo personal de diferenciación. Pero una cosa les digo, en breve, la moda será tener la piel limpia como la patena. Yo, confieso que no tengo ninguno. Bueno, no, miento. Todavía me acuerdo de mi primer tatuaje. Fue en el culo. Creo que tenía ligera forma de zapatilla y me lo hizo mi madre cuando tenía ocho años.

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