IENE un punto optimista pensar que todo será diferente tras el covid. ¿Habrá una revolución en los hábitos sociales? Apostaría a que no una vez constatado que hay un ejército de feligreses a los que las medidas de control del virus les importa toda una esparraguera. Llámese confinamiento, cuarentena, restricciones, limitaciones o recomendaciones, de lo que se trata es de marcar unas pautas para evitar que el incendio siga propagándose. Y a pesar de las decisiones de los jueces y de su uso partidista, no cabe hablar de caos, desconcierto o de ayuntamientos desbordados cuando se dictan unas reglas y se reconoce implícitamente que la vigilancia de su cumplimiento no cuenta con todas las bendiciones jurídicas. Siendo sinceros, todo el mundo sabe qué es lo que tiene que hacer. Si las reuniones de jóvenes en Salou o en el pinar de Gorliz han avivado el fuego, lo lógico es evitarlas y no debería recurrirse al despliegue de la fuerza policial para conseguirlo. Si las criaturas no acatan el mandato, sus padres tendrían que tomar cartas en el asunto. Como se sabe, las cosas no funcionan así y, si hay un resquicio para no cumplir, muchos cruzan al otro lado con entusiasmo. Por ello y por la niebla jurídica que cubre el bosque constitucional, cuando el lehendakari establece nuevas reglas exhorta, no ordena. Y se aprovecha esa circunstancia para trasladar un clima de confusión, como si no fuera el virus el que ha puesto todo patas arriba. Toque, manosee, la labor de la autoridad, que algo queda.