VISADOS estaban del zero points popular español en una edición de Eurovisión donde se ha demostrado que la cultura es segura en tiempos de pandemia. La victoria del festival, que ha alcanzado cuotas de pantalla del 90% en los países nórdicos, esos que consideramos la avanzadilla del continente, es su capacidad de haber reanimado la celebración de grandes eventos, en este caso musicales, en Europa, un balón de oxígeno al público juvenil. 3.500 espectadores por gala provistos de un test negativo, delegaciones encapsuladas y pruebas cada 48 horas para el medio millar de periodistas desplazados a cubrir el evento. Un total de 53.000 análisis que arrojaron una decena de positivos, uno solo entre los participantes, adecuadamente aislado y sin que afectara al desarrollo de un concurso que reveló otro poderío: "Idiomas, querida". Ninguna propuesta del top 3 se entonó en inglés. Triunfó el italiano y el francés, y hasta el ucraniano. La lengua de Cervantes quedó de nuevo relegada al furgón de cola porque en Torrespaña ha existido más preocupación por aferrarse al cargo que por trabajar sin espíritu funcionarial y sacar réditos de la marca que ofrece la UER. Veremos si acaba en una revolución dictada por Pérez Tornero o siguen en el departamento encargado como el título de la vencedora, zitti e buoni, callados y (creyéndose) buenos; mientras desde la bota del Mediterráneo, al son de las ágiles cuerdas, se ha vuelto a evidenciar que el rock nunca muere.

isantamaria@deia.eus