INALMENTE triunfó la lógica y no habrá público en las finales de Copa a pesar de la Federación, la Virgen de la Macarena y las ganas locas de la hinchada. Y menos mal. El disparate que propuso la Federación de fútbol de permitir el aforo en La Cartuja de hasta 15.000 espectadores no pasaba ni un control sanitario y, si nos descuidamos, otro de alcoholemia. Para qué vamos a tener epidemiólogos, médicas y enfermeras si tenemos el fútbol y dos finales en el mismo mes. El triunfo de la propuesta hubiera dejado en todo caso la primera final vasca más española de toda la historia. Una veintena de jugadores en el césped bajo el aliento de una grada de andaluces, con los peñistas animando al equipo de sus amores, el himno y, por supuesto, el rey ¡Ozú! A algunos les resultó insultante que la final fuera para unos pocos privilegiados tocados por la varita del cerrojazo autonómico que alzarían la Copa a la Virgen del Rocío mientras vizcainos y guipuzcoanos lo celebraban a 800 kilómetros en el sofá de su casa, con su kalimotxo y su balcón. Y tenía razón Sanidad, en lo sanitario, claro, y en todo lo demás con esta estampa de miles de andaluces disfrutando en vivo por lo que miles de vascos llevan décadas suspirando. Pues eso: "Ni conveniente ni oportuna". Unos ya iban pensando en cómo bajarse al moro para traerse la Copa, aireando la falta de escrúpulos y el pecado. Pero habrá final, hay equipo, hay hinchada y es lo importante. ¡Olé!

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