HORA sí que voy a tardar en servirte el café", reza un cartel en la persiana bajada del bar Kazeta en Alameda San Mamés. El mensaje refleja la gran frustración que vive estos días el sector de la hostelería, que evidentemente no es el culpable del rebrote del coronavirus -la carga solo cabe ponerla sobre los hombros de algunas personas y sus comportamientos-, pero que puede ser parte de la solución. ¿Cuánto tardará el Kazeta en servir otro café? Hay quien aventura que más bien poco, porque no hay gobierno que se atreva a dejar a la hostelería y a sus fieles seguidores sin los fastos de la campaña navideña. Sabremos en breve si es así, todo dependerá de los números de la pandemia, que por ahora siguen apretando de lo lindo. En caso de una reapertura de bares y restaurantes, lo que ocurra después dependerá de cómo se comporte el personal. De si se asume que, hasta que se resuelva el drama del coronavirus, no será posible retomar la comedia y que, mientras tanto, hay que conformarse con comerse un gajo de la naranja, sin llegar a exprimirla entera. De lo contrario, acabaremos dándole un bocado a un limón y condenando al hundimiento a un sector que está en estos momentos más que tocado y que tiene poco margen para mejorar. La receta para salir de este pozo es innovar y el margen para reinventarse es mínimo para la mayoría de los bares, que están abonados a la fidelidad de sus clientes y a que no pase mucho tiempo antes del próximo café.