IENDO que arranca la campaña electoral en Euskadi y Galicia, el monarca español ha decidido emprender carretera y manta y hacerse una gira autonómica. El fin del confinamiento, debió pensar, también sirve para enseñar para lo que vale un rey, o sea, para pasearse. En estas ha recaído en las famosas Tres Mil Viviendas de Sevilla, uno de los barrios más marginales de España, donde según se ha escuchado siempre, "no entra ni la policía". El rey, sin embargo, haciéndose un "Charles Dickens" decidió que por ahí se empieza a imponer el orden constitucional, por los sitios más peligrosos, con la escolta del tamaño de un elefante y una camisa guayabera, objeto reconocible para el pueblo que se pueda remangar, igual que cuando hace las Américas, con atuendo amigo para un vulgo al que lo mismo le enseña su caridad que su antiguo imperialismo. No voy a negar la sorpresa de ver a los reyes de España en el que siempre se tildó como uno de los barrios más peligrosos, pero España es una fiesta y, en campaña de sí mismo, no hay mejor modo de despistar al personal sobre los chanchullos del emérito que sacarse unas fotos pasando calor en Polígono Sur como gran experto en relaciones internacionales. Los vecinos, entre aplausos, le gritaban que no quieren caridad, sino más empleo y menos ratas. Es lo más porno de esta causa: ir de baño de realidad y acabar dándose un baño real.

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