falta de vacuna, el humor se ha convertido en el verdadero antídoto contra el coronavirus. "A ver si para una p... vez que podemos salvar el país tocándonos los h..., la vamos a cagar", reza uno de los memes que proliferan sobre el confinamiento. Porque aunque habrá quien quiera salir al balcón en lugar de para aplaudir para tirarse, la cuarentena es carne de cañón de chanzas virales. "Cuando lleguen los Sanfermines y digan ocho días de encierro, va a ir su p... madre", se recuerda. La función terapéutica y liberadora de la risa se descuelga con verdades como templos: "Por primera vez en la historia, los casados van a follar más que los solteros". Circulan mensajes para los pesimistas: "Si Ana Frank pudo vivir dos años sin poder salir de casa y con el terror constante de que la descubriesen los nazis, nosotros podemos aguantar unas semanas con Internet, luz, agua caliente y la nevera llena". El telelana se multiplica: "Señoras y señores pasajeros, les habla el piloto, hoy estoy trabajando desde casa". Los que no vivimos en un búnker forrado de rollos, nos hemos pegado un posit en la frente: "No es más rico el que más tiene sino el que menos papel higiénico necesita". A todo esto, la aplicación que me cuenta los pasos me acaba de preguntar si me han secuestrado. Y además, con muy mala baba, me ha recomendado no quitarme la mascarilla para andar por casa. Dice que no sirve para el virus, pero sí para no comer tanto.

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