CUANDO siguen las calles calientes después de que alguna oposición haya cambiado el reparto de papeletas en las aceras para los electores por los insultos emulando al propio Hugo Chávez, llega el juicio a los líderes del procés condicionando la política en un juego de dobles enmiendas a la totalidad desde el independentismo y la oposición sin cuartel desde la unidad de España. El proceso que hoy comienza, su desarrollo y sentencia, seguirá condicionando el colchón prestado a Sánchez por los mutualistas de la moción de censura, un juicio dominará las decisiones y la permanencia de un gobierno al igual que la sentencia de la Gürtel acabó cosechando el milagro para echar a Rajoy. El asunto ha dejado demasiadas facturas, desde la penal con los acusados de rebelión y otra que transita en transversal, la política, con un Sánchez maestro del funambulismo ceñido a esos apoyos indispensables que respiran demasiado cerca del banquillo. El colmillo del nuevo tridente de la derecha atacando por su flanco preferido está haciendo el resto: la todavía posible puesta en marcha de una mesa de diálogo con fideicomiso les procurará suficiente gasolina en el desarrollo de un juicio demasiado esponjoso en lo político. Un bucle diabólico con mucho ruido de fondo, cruces e interferencias: juicios que mecen la política, política que está en tribunales y dispara en su intento de resolución a los dobermans de la unidad de España. Demasiadas superpuestas malas ondas.

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