Vuelta la burra al trigo. El PP no sabe vivir sin ETA. Hasta se tropieza. Su giro social solo era un espejismo. Ilusión fugaz. Puro trampantojo. Regresa al monte. Otra vez aullidos, manoseo de las víctimas, churras con merinas, desvarío argumental. La fatídica consecuencia de una ineficacia supina que tiene visos de arrastrarles al desconcierto interno durante bastante tiempo, salvo que la UCO lo remedie. De momento, una devastadora imagen de insolvencia. Un bochornoso ridículo que navajea la solvencia de cualquier partido con aspiraciones de gobernar un país. Ahora bien, solo responde a la amarga consecuencia de un grupo parlamentario popular inconexo, agrietado por envidiosas suspicacias y, fundamentalmente, sumiso a una abominable testosterona en ausencia clamorosa de unos cuantos gramos de masa gris. 

El PP se ha empantanado paradójicamente cuando empezaba a tener el viento a favor. Se ha visto atrapado por la destructiva mezcla que supone la sonrojante evidencia de una inoperancia manifiesta de demasiados diputados y asesores, agravada por la desquiciante torpeza exculpatoria de su aturdida dirección. Queda grabado a fuego que la astucia silenciosa de la izquierda ha desnudado la ineptitud de la derecha en un tema siempre doliente como son las penas a presos de ETA, más allá de disquisiciones sobre trasposiciones europeas obligadas o la propia justicia punitiva. La ceguera de populares y Vox en tan proceloso asunto les mortificará sin desmayo. Posiblemente, mucho más a Feijóo mientras siga obstinado en rehuir la adopción de contundentes medidas reparadoras sobre un batallón de posibles culpables. Otra vez la timorata política de pasar la página sin reparar en el borrón.

En 24 horas frenéticas para Génova, el reguero del despropósito no se detuvo en el flagrante despiste. La detonación propició una deleznable puesta en escena cuando se quiso vomitar el estupor acumulado. Más allá de la utilización convenida de la figura de Mari Mar Blanco nunca Feijóo debió permitir la execrable actitud de Miguel Tellado. Su sempiterna mano derecha en Galicia insulta reiteradamente el decoro parlamentario en un tórrido litigio con su compañero Rafael Hernando. En este caso, exhibiendo la imagen de los socialistas asesinados por ETA, aniquiló su propia vergüenza. 

Parece difícil, aunque sea perentorio, que el PP acierte en el análisis de esta semana horribilis. Quizá se siguen resistiendo a admitir que desde hace algunos años las víctimas repudian ese engañoso paternalismo plagado de interés. Quizá sigan pensando que pueden seguir arañando votos con el fantasma etarra. Quizá el ruido de palmeros agradecidos y de argumentos trasnochados les impiden ver el bosque. O quizá todo se reduce lamentablemente a una calamitosa orfandad de ideas para armar una estrategia acorde con la nueva realidad que ha venido para quedarse.

CERCO A SÁNCHEZ

No ha tardado la UCO en desviar la atención. El teleobjetivo apunta ahora hacia La Moncloa, situando en la diana inmediata a un acorralado Ábalos, sobre quien sobrevuela una imparable imputación. Las nueces empiezan a caer y los nervios afloran, incluso en Ferraz. Con el cabecilla del caso Koldo en la cárcel, aunque sea por un supuesto delito de fraude a Hacienda, aumenta sideralmente el riesgo de que los ventiladores se pongan en marcha. Por eso el miedo empieza a recorrer por varias espaldas, conocedoras de que hubo un tiempo donde el entonces ministro de Fomento y poderoso numero dos del PSOE era pasto de rumores inquietantes. Ahora, la Guardia Civil desparrama el morbo por los cuatro costados. Lo hace al describir con crudeza los tentáculos entre el Delcygate, Air Europa, el oro de Venezuela, Begoña Gómez o las oportunas autorizaciones de Sánchez que nunca fueron bien aclaradas. 

Una bomba de relojería que, desde luego, levantará el alicaído ánimo del PP. En el Gobierno, siempre quedará la recurrente disculpa de que el mazazo de la UCO ha sido acogido con tranquilidad. Lo explicará Pilar Alegría, diestra en la materia de mentir a sabiendas sin inmutarse como alumna aventajada de su líder. Su catarata de inexactitudes de esta semana a propósito de la causa contra la esposa del presidente será difícil siquiera de igualar. En todo caso, semejantes correrías llegan en un momento crítico para Sánchez, cada vez más prisionero de sus dudas y hasta sorprendido por el estallido de un frente contestatario en algunas federaciones del partido que jamás imaginó. Le queda la bendición papal.