EN juego, el tema tabú. En el Congreso ya se habla de la amnistía. Patxi López: “Buscamos garantizar la convivencia”, dijo para justificar la proposición de ley de los socialistas, que jamás hubiera existido con otro resultado electoral el pasado mes de julio. Portavoz de Junts, Josep Maria Corvera: “Esto no va de perdón ni de convivencia. Va de justicia”, recreándose en el credo de Puigdemont. ¿En qué quedamos, entonces? Quizá acertó Jon Iñarritu al reducir a la nada una dialéctica manida por reiterada: “Nos podíamos haber ahorrado este debate”, admitió el diputado abertzale. Sin embargo, como apuntaló Mikel Legarda, “asistimos a una operación de largo alcance para cerrar un período político traumático” y aquí nadie se siente indiferente. Mucho menos la derecha que tiene en su mano el amuleto político ideal para zaherir las incongruencias y el pragmatismo de Pedro Sánchez a lomos, otra vez, de unas encuestas y una contestación social que amainan la profunda decepción que les embarga al imaginarse toda una legislatura ácida y bronquista, desde luego, pero viendo con desesperación cómo la izquierda sigue transformando el Estado desde el poder.

En ausencia anunciada de Sánchez y más intrigante de Santos Cerdán, advirtió la presidenta Armengol que comenzaba una sesión “de larga duración”. Le faltó añadir que venía tensionada, aunque sus señorías tan acostumbradas al embrollo quizá extrañaron que los acostumbrados exabruptos, que los hubo y siempre desde el mismo lado, fueran esta vez muy puntuales. Ni siquiera Abascal turbó la paz cuando, sabedor de que está en el ojo del huracán por su incalificable agresión verbal de “colgar por los pies a Sánchez”, mostró una fotografía apenas visible a medio metro y que testimoniaba una fiesta de Juventudes Socialistas para celebrar la “decapitación” de Rajoy en la moción de censura de 2015.

A la vista del resultado –ayer, esperado y favor– del primero de los debates aguerridos que aún aguardan alrededor de este perdón al entramado del procés, resulta obvio pronosticar que los dos muros ideológicos e irreconciliables seguirán creciendo hacia la desesperación. El PSOE continúa ejercitando piruetas para justificar una rendida cesión al independentismo que jamás quiso ni imaginó y que el común de los mortales identifica única y acertadamente por su necesidad de sumar los siete escaños de Junts. Un adherente peaje que carga sin esfuerzo la artillería de la oposición. Por todo ello, el PP habla abiertamente de “fraude” y de “vergüenza nacional” con una soltura dialéctica tan incisiva que permitió a Feijóo anunciar que propiciará una comisión de investigación sobre las prerrogativas concedidas al independentismo y asegurar que se estaba asistiendo “a la sesión más triste y decadente desde el 23-F”. La comparación, no obstante, le resultó boomerang. Desde la mayoría parlamentaria le llovieron ejemplos de otros plenos tan poco decorosos como el fatídico día de la destitución de Rajoy como líder de un partido enfangado en la corrupción o la aplicación del artículo 155 contra la autonomía catalana.

Para el líder del PP, la descarga contra la querencia de Sánchez por el poder a cualquier precio resulta de manual. Le avalan los hechos, pero en el argumentario que despliega con contundencia nadie encuentra alternativas y por ahí muchos portavoces le abrieron ayer una vía de agua. A López le permitió marcar la diferencia entre la esperanza que el PSOE identifica con la amnistía y el miedo que provocan los populares con sus insultos y rechazo a las soluciones por la vía política. Rufián, a su vez, le cuestionó, incluso, si hacía suyos muchos de los insultos vociferados por las saineteras concentraciones ultraderechistas. Y Junts se ufanó de que cada vez que están en la ecuación, “se nota”.

Todavía quedaba el trago más amargo para Feijóo. Fue cuando Abascal escenificó que el divorcio con el PP va en serio, al menos durante semanas. El líder del Vox censuró a su socio autonómico que les hubiera dejado en la estacada sin presidencia ni cargo algunos, abrazándose al PSOE, en las últimas comisiones mixtas constituidas horas antes de que se iniciara el pleno de la amnistía. “Por eso no nos podemos quedar callados”. Enrabietado, el político alavés afeó al presidente popular que “el domingo comparten concentración y al día siguiente nos estafan”. Una actuación que le llevó a asegurar que la preocupación real de los populares es “derrotar a Vox”. “Dígame que les molesta”, le acabó retando en una tarde de ajuste de cuentas y que, en este caso, nadie contaba con él.