ES probable que haya una buena causa, pero a la hora de escribir estas líneas, el último tuit del secretario general del PSE, Eneko Andueza, tiene fecha del pasado viernes. En realidad, se trata de una pieza repicada de la cuenta de Pedro Sánchez con el texto de su promesa del cargo ante el Felipe VI. Me resulta raro, cuando buena parte de los líderes de las ejecutivas territoriales del PSOE corrieron ayer –con más o menos entusiasmo, eso también es verdad– a felicitar a las y los integrantes del nuevo gobierno de Pedro Sánchez.
Quizá fue igualmente impresión mía, pero, con la excepción de algún zalamero profesional, en las redes de los socialistas vascos no aprecié el fervor habitual ante una noticia de calado que afecta al gobierno que lidera su partido. Me resultó llamativo, de hecho, que el único motivo de satisfacción que parecía haber tras el anuncio del ejecutivo de estreno era que el designado ministro de Transportes, el vallisoletano Óscar Puente “conozca muy bien Irun”. Así lo anotó el alcalde de la localidad del Bidasoa, José Antonio Santano, y lo reposteó la diputada Rafaela Romero. Y si algún periodista pretendió hurgar algo más en la ausencia de ministros de la agrupación vasca, recibía la respuesta comodín: Fernando Grande-Marlaska es de Bilbao. Nadie lo ha negado nunca, pero es un clamor que el juez en excedencia no ha tenido ninguna relación orgánica con el partido que lidera Andueza. Se comprende que se aporte a modo de coartada, pero no oculta la realidad del desplante que ayer volvió a hacerle Sánchez al PSE. Un desplante que se antoja especialmente doloroso cuando la organización de la CAV ha mostrado una lealtad sin fisuras al secretario general y, si vamos a lo más cercano, el 23 de julio obtuvo unos resultados electorales extraordinarios que, por lo que vemos, no han tenido reconocimiento en el reparto de carteras.