Qué casualidad

– No me digan que no es una casualidad reveladora, casi deslumbrante, que en el momento en que las instituciones futbolísticas españolas son motivo de escándalo y asco en todo el planeta, la FIFA haya designado a España como una de las tres sedes del Mundial de 2030. Según leo en varias de las triunfalistas piezas que explotaron tras la difusión de la noticia, hubo un momento en que se temió seriamente que el Rubialazo se llevara por delante la candidatura hispanistaní. Por lo visto –pásmense–, Arabia Saudí pensó aprovechar el ruido para pujar por la celebración del evento. El tembleque de piernas fue tal que hizo redoblar las presiones sobre Rubiales para que dimitiera. El hecho se comenta solo.

Las manos de Rubiales

– Y también nos evita cualquier interpretación ver en las webs digitales la información sobre la concesión del Mundial justo al lado o encima de la que da cuenta de la declaración ante el juez del expresidente de la federación española de fútbol el pasado 15 de septiembre. Sus explicaciones retratan de nuevo al acusado por un delito de abuso sexual. Con su soberbia habitual, se defendió atacando y negando la evidencia. “Yo no era superior [de Jenni Hermoso]”, tuvo el cuajo de asegurar antes de insistir por enésima vez que el beso fue consentido y excusar así por qué, como han visto millones de ojos en todo el mundo, tenía agarrada por el cuello a la jugadora: “Se me quedaron las manos allí arriba, igual que se me hubieran quedado abajo; y la efusividad, ella también me está apretando a mí por la espalda”.

40 millones de violaciones

– Y ya que se nos ha llenado la página de caspa, permítanme que dedique las líneas que quedan a otra enorme bocachanclada que hemos escuchado en las últimas horas. Su autor, el antes llamado bellotari, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, las tiene acreditadas a cientos y de alto octanaje, pero ayer se salió del mapa en un desayuno del Fórum Europa. Se despachaba a gusto contra su partido por los pactos con los “enemigos de España” y, más específicamente contra una posible ley de amnistía, cuando soltó lo que sigue: “¿Cómo se puede soportar que alguien viole a 40 millones de españoles? Porque quien viola la Constitución está violándome a mí, está violando mi voto”. Este es el minuto en que el expresidente de Extremadura no ha emitido nada remotamente similar a una disculpa. No deja de sorprender, por otro lado, la tibieza de la respuesta de la portavoz de su todavía partido, Pilar Alegría, que se ha limitado a pedirle contención “porque ciertos verbos no aportan nada positivo”. ¿Solo eso?