NO, claro que no soy de los que, según la caricatura al uso, creen que las personas de izquierdas tienen que vivir en un piso del extrarradio que se cae a trozos. Pero, oigan, justo porque durante mi infancia y juventud mi casa fue poco más o menos eso, se me llevan los demonios cada vez que viene a darme lecciones de rojez chachipiruli alguien de una familia de rancio abolengo aristocrático y/o burguesote que ha tenido una vida regalada. Y no de lo básico, qué va; de lujos impensables y, desde luego, inalcanzables para quienes, insisto, quizá sabíamos que al día siguiente podríamos comer pero teníamos claro que un par de pantalones debían durar tres cursos. O, si vamos al tema que nos ocupa, que nuestra única opción de vacaciones era la playa requetecontaminada de Neguri o, con muchísima suerte, un viaje en autobús pirata a la aldea gallega donde nació mi padre.
Les cuento ya a qué viene todo esto. Cambiaría ahora mismo y sin mirar mis escarceos vacacionales entre los 6 y los 20 años (que fue cuando empecé a ganarme el jornal) por los de Nayua Miriam Goveli Alba, más conocida por Nagua Alba. La primera lideresa de Podemos en Euskadi irrumpió ayer en la precampaña para glosar –adivinen en qué medio– las certeras propuestas en materia de turismo, o sea, de antiturismo, del candidato de EH Bildu a la alcaldía de Donostia, Juan Karlos Izagirre. Y en esas, de la mano de mi admirado Alberto Moyano, emergió la hemeroteca. Siendo el titular del consistorio, allá por mayo de 2015, Izagirre presumía de que bajo su mandato se habían batido todos los récords de turismo. Nada más que añadir.